
Camilo José Cela y la salsa mahonesa
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El Nobel de Literatura escribió en diversas ocasiones sobre el origen de esta receta y descubrió una interesante conexión amorosa entre el duque de Richelieu, la salsa y una dama menorquina.Secciones
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El Nobel de Literatura escribió en diversas ocasiones sobre el origen de esta receta y descubrió una interesante conexión amorosa entre el duque de Richelieu, la salsa y una dama menorquina.Ana Vega Pérez de Arlucea
Viernes, 21 de marzo 2025, 00:05
En 1971 el ayuntamiento de Mahón y la Asociación de Promotores Turísticos de Menorca organizaron la primera (y única, que yo sepa) Semana Internacional de la Salsa Mahonesa. Hartos de leer «mayonesa» con «y» afrancesada en la carta de los restaurantes o en las estanterías del supermercado, los menorquines habían ideado una estrategia promocional que serviría para dejar claro de una vez por todas que la famosísima emulsión de huevo y aceite había nacido en Mahón y no en Mayenne. Les salió regular. Primero contactaron con numerosos fabricantes para intentar convencerles de que cambiaran en sus etiquetas la y griega por la h intercalada. Como eso no funcionó, idearon un ambicioso evento que teóricamente tendría que haber servido de altavoz internacional para proclamar a los cuatro vientos la «menorquidad» de la salsa. Invitaron a directores de distinguidas escuelas de hostelería, a editores de importantes revistas gastronómicas, a grandes chefs extranjeros —¡incluyendo al jefe de cocina de las Naciones Unidas!— y, por supuesto, a una larga lista de autoridades nacionales además de a varios nombres del mundo de las letras con probado interés por la cocina. Se habló de que a la cita mahonesera acudirían Josep Pla, Juan Perucho, Álvaro Cunqueiro, Camilo José Cela, Néstor Luján o Francisco Moreno, conde de los Andes y crítico gastronómico del diario ABC bajo el pseudónimo de «Savarin».
No pudo acudir ninguno de ellos y la Semana Internacional de la Salsa Mahonesa, celebrada entre el 7 y el 13 de octubre de 1971, quedó bastante deslucida. Quizás por eso Cela, sintiéndose en deuda con la reivindicación menorquina de este unte universal, publicó apenas un mes más tarde —el 11 de noviembre— una tribuna en el periódico La Vanguardia titulada «Cocina y filología: más sobre la salsa mahonesa». El futuro Nobel de Literatura llevaba viviendo en Mallorca desde el año 1954 y además sentía un vivo interés personal por los asuntos del comer, así que qué mejor para él que convertirse en adalid de la gastronomía balear y, de paso, sentar cátedra presumiendo de hondos conocimientos literarios.
¿Se acuerdan del artículo de la semana pasada sobre la confusión que provocó un inocente poema en la historiografía mahonesera? Pues resulta que Cela también le había dado muchas vueltas a aquellos versos atribuidos a un tal Lancelot del siglo XVII. «Llevo ya varios años, exactamente veintitrés, aunque durante largas temporadas ni toqué siquiera la carpeta en la que guardaba las notas que iba tomando, haciéndome algunas preguntas sobre la salsa mahonesa», decía el escritor gallego. «¿Fue llevada a Francia desde Mahón por el duque de Richelieu?, ¿quién fue Lancelot?, ¿el poemilla Sauce Mayonnaise es de Lancelot?, ¿quién, si no, fue su autor?, ¿en qué época fueron escritos esos versos?, ¿es válido llamar salsa mayonesa a la mahonesa?, ¿cuál de ambas formas debe prevalecer? Soy hombre paciente y cabezota y creo que algo he averiguado a este vario respecto».
El gusanillo salsero de don Camilo se había despertado en 1948 gracias a Josep Pla y a la defensa que éste había hecho en la revista Destino del origen francés de la mayonesa con «y». Todos los argumentos de Pla se basaban en la supuesta antigüedad del poema de Lancelot, así que Cela se lanzó a rebatirla demostrando que el ripio de la discordia era de finales del XIX. Comprometido con la misión, amplió su investigación filológico-culinaria con un nuevo artículo mucho más largo que fue publicado en 1972 en la Revista de Menorca y en Papeles de Son Armadans, y hasta recuperó el tema en 1998 para ABC. Para entonces llevaba 50 años detrás de la pista mahonesil y había encontrado el vínculo entre la toma de Menorca por los franceses en 1756 y una salsa autóctona. Según él, podría probarse documentalmente que el duque de Richelieu, al mando de aquella operación militar, había bautizado la receta con el nombre de mahonnaise simplemente dando a conocer un papel que el pudor mantenía oculto. «En el desván de una familia menorquina, si la humedad no la borró o si los ratones no acabaron comiéndosela, se guarda una carta del duque, el hombre al que gustaban tanto la mesa y las mujeres que ya octogenario y tras no haberle hecho ascos jamás ni al mantel ni a la sábana, reincidió por vez tercera en el matrimonio; la carta iba dirigida a esa trasabuela amorosa que jamás falta en las mejores familias y, en el párrafo que nos interesa, decía así: «…y por si fuese posible que yo me olvidase de vos, madame, esa salsa mimosa con la cual tantas veces hicisteis feliz mi paladar, se encargará de hacerme recordaros, y desde este momento os digo que, en la imposibilidad de darle vuestro nombre, le llamaré mahonesa»». Contaba Cela que la defensa de la virtud de una muy lejana antepasada era lo único que impedía que aquella carta viera la luz, pero yo puedo decirles que esa misiva amorosa existe y ha sido uno de los rastros que hoy nos permiten corroborar, alto y claro, que la mahonesa es de Mahón. La próxima semana les contaré más.
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