El convite de boda del alcalde
Historias de tripaundis ·
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Yo colecciono cosas –tirando a demasiadas– relacionadas con la cocina. Libros, por supuesto, pero también recetarios manuscritos, platos desportillados, cubiertos de plata sueltos, fotografías de banquetes, utensilios destartalados y menús. Tengo minutas con cantos dorados y papel grueso, de esas que destilan poderío, y otras ... humildes y un tanto rotas, con la comanda escrita a lápiz en una esquina o luciendo orgullosos manchurrones de grasa. Las tengo del Ritz o el Palace de Madrid, del mítico Luciano bilbaíno, del donostiarra restaurante Rodil, de la barcelonesa Taberna Vasca (la que en 1936 ganó dos estrellas Michelin) y de un sinfín de casas de comidas.
En mi búsqueda de 'menuses' he visto desde banquetes de gala hasta listas de platos en verso, pero pocas veces me he topado con un ejemplar tan auténtico como el que les traigo hoy. Revisalseando por internet vi hace un poco un menú servido en Donostia el 16 de julio de 1946. Ese día se celebró la boda y posterior convite en el María Cristina de 'M. Muñoa y Mª del C. Iturralde', nombres que a priori no me decían nada pero que acabaron siendo los de Miguel Muñoa Carresson (1917) y su esposa Carmen Iturralde Buenechea. Él fue, entre otras cosas (diputado provincial, presidente de la caja de ahorros municipal, cónsul de Holanda...), alcalde de San Sebastián entre 1968 y 1969.
La gracia del menú no está en el cargo ostentado por Muñoa, sino en que el archivo Kutxa Fototeka tiene digitalizado el álbum completo de la boda, 53 fotos en blanco y negro sacadas por el estudio Foto Car en las que se ve a los novios y a sus invitados poniéndose morados e incluso se vislumbra el propio menú sobre la mesa. Los camareros iban de frac y servían por la izquierda, a la vieja usanza, llevando la comida en fuentes de las que servían a cada comensal lo que éste quería. Sacar la comida ya emplatada de la cocina era entonces una ordinariez. La minuta nos sirve además para conocer la oferta gastronómica de un establecimiento de lujo como era el María Cristina en la posguerra. En España hubo racionamiento hasta 1952, así que resulta llamativo que en aquella boda de tiros largos hubiese de todo y más, hasta aperitivo. No hubo jamón ibérico ni cortador in situ, pero sí jerez, oporto, patatas chips y 'saladillas', que no sé lo que es pero suena apetecible.
Los invitados disfrutaron de 'entremeses selectos fríos y calientes', caldo de ave, huevos escalfados María Cristina, langosta fría con mahonesa y ensalada primavera, pulardas asadas con patatas y de postre, crema al caramelo, fresas con chantilly, helado y por supuesto tarta nupcial. Para el futuro alcalde no había posguerra que valiera.
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