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Sábado, 5 de octubre 2019
La castaña es un fruto seco que proviene del castaño. Es de temporada y estacional, que empieza en otoño, y que se puede degustar durante todo el invierno, habitualmente asadas, aunque también se pueden comer crudas. Es un fruto seco altamente recomendable por médicos y nutricionistas para incorporar en la dieta. El castaño es originario del sur de Europa, pese a que en un principio se creía procedente de Oriente.
Cuando están crudas, solo se recomienda consumirlas bien maduras y tiernas, ya que de no ser así son de difícil digestión. Si las queremos preparar asadas al horno o a la brasa, debemos hacer un pequeño corte en su piel, y son un tentempié exquisito acompañadas de mantequilla. También se pueden degustar hervidas, confitadas o en otras muchas formas (en harina, en purés, caldos, suflés, potajes, rellenos y/o guarniciones…).
Los beneficios de la castaña son varios, es el fruto seco menos calórico, y el que proporciona una mayor sensación de saciedad, por lo que su consumo es apto y recomendable para todo tipo de personas (si bien es cierto que los diabéticos deben ingerirlas con moderación).
Además, es rica en hidratos de carbono (36,6 gramos por cada 100 gramos de castaña) y también en fibra, por lo que ayuda al buen funcionamiento del tránsito intestinal y a combatir el estreñimiento.
Aporta agua (alrededor del 50% de su peso cuando está fresca) y cantidades considerables de potasio, magnesio, hierro y fósforo, y es rica en vitaminas C y E (se pierden en parte al asarlas o cocerlas).
Dada su riqueza en nutrientes, es un alimento muy recomendable para niños, estudiantes o deportistas en periodos de convalecencia, astenia o desnutrición.
Como decíamos, además de crudas o asadas, las castañas se pueden cocinar hervidas. En este caso, se les da un pequeño corte y se hierven en agua con un poco de anís o en leche, con un poco de canela o vainilla. Igualmente, las castañas son muy útiles en repostería, para elaborar tartas y los refinados marron glacé, que son el resultado del confitado de la castaña con una mezcla de azúcar y vainilla, un dulce confitado delicioso.
Por otro lado, la harina de castaña se obtiene a partir de la variedad pilonga, que ofrece una textura fina y un sabor delicado. Combina bien con la harina de trigo y de avena, con todos los frutos secos, mieles y melazas. Es muy fácil de digerir y resulta excelente para preparar papillas infantiles y en dietas de personas mayores (que tengan problemas de masticación).
Utilizarla asimismo en purés, caldos, suflés, potajes, rellenos y/o guarniciones de platos de carne de ave o caza es un acierto. El puré de castañas sustituye en ocasiones al de patata, realzando el sabor de la carne.
Lo malo es que son muy flatulentas, es decir que las castañas producen gases tanto si se comen asadas como cocidas 'Siembra vientos y recogerás' tempestades, dice de ellas el refrán). Para disminuir los efectos, en ambos casos, se aconseja masticarlas bien, antes de deglutir el bolo. Nuestras abuelas, es posible que no fueran a la escuela, pero sabían perfectamente, que los granos de anís, tienen poderes digestivos y combaten la aerofagia, por ello cuando cocían castañas no olvidaban echar unos granos al cocimiento. Pequeños trucos que es preciso tener en cuenta, como la de dar un corte a la piel, para evitar que, en el transcurso de cocción o asado estallen.
Las castaña, una vez recolectada, conviene guardarlos durante una semana en lugar fresco y aireado, para que se reduzca su contenido en taninos y el almidón se transforme en azúcar.
Al cabo de ese tiempo se secan , reducen y la carne se endurece, para evitarlo, antes se conservaban enterrándolos en arena, ahora es mas cómodo meterlos en el frigorífico donde no conviene tenerlos mas de un mes y si los metemos en un recipiente hermético en el congelador, pueden durar todo el invierno.
Pero hay que tener presente que antes de cocerl las castañas, hay que descongelarlas en agua para que rehidraten y vuelvan a su ser. Como ya nos acercamos a épocas en que hemos de echar mano del abrigo, prueben a asarlos, pelarlos, abrirlos por la mitad y comerlos con un poco de mantequilla.
Crudas: las castañas se pueden consumir crudas, pero no parece lo más recomendable. Para ello es preciso liberarlas en su totalidad de su capa externa y dejarlas peladas. No obstante, su alto contenido en taninos puede terminar por generar molestias gástricas, especialmente en las personas tendentes a tener problemas digestivos. Además, no resulta sencillo comerlas, puesto que no es fácil masticarlas.
Asadas: la forma más habitual de consumir castañas es asadas. Bien en una sartén o sobre unas brasas como vemos a los vendedores de los puestos de castañas que proliferan por estas fechas. Antes de hacerlas es conveniente hacerles un corte en la piel, ya que de lo contrario reventarían. De esta forma nos quedará una castaña blanda y su cáscara se retirará fácilmente con las manos.
Al horno: también podemos emplear el horno para asarlas y el procedimiento será el mismo. Las metemos a unos 180 grados tras haberle hecho una incisión en la piel.
La castaña puede convertirse también en una exquisita guarnición. En cocina es habitual emplear el puré de castaña. Primero habrá que hervirlas y pelarlas antes de meterlas en el pasapurés. Es un puré muy apropiado para guisos.
Por otra parte, la cocina francesa nos ha dejado otra forma de preparar las castañas cuyo resultado es sensacional: la castaña confitada. Para ello hay que cocerlas en dos tiempos. En primer lugar sólo con agua y posteriormente añadiendo azúcar. Una vez retiradas del agua, habrá que pelarlas y cocerlas de nuevo. En esta ocasión en almíbar, añadiendo huevo y, si se quiere, algunas especias. Luego habrá que dejarlas secar y añadir azúcar glaseado.
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