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Cada queso puede presentar un sabor, olor, o textura diferentes.
Guía de tipos de queso y sus usos en la cocina
La despensa

Guía de tipos de queso y sus usos en la cocina

Cada uno adquiere un sabor, aspecto y textura únicos en función de muchos factores

Lunes, 1 de junio 2020

Saber cuál es el mejor tipo de queso que se debe usar para acompañar cada plato no es una cuestión sencilla, ya que son muchos los factores que hay que tener en cuenta si queremos que el plato quede perfecto. Seguro que a todos nos ha pasado: vamos al supermercado o a una tienda especializada para comprar un queso y las dudas nos asaltan ante la enorme variedad de tipos y variedades de quesos que se nos presentan. Es por ello que viene bien saber qué clase de queso es el mejor para cada tipo de receta.

El queso es uno de los alimentos más amados y con mayor presencia en nuestros frigoríficos y despensas. No es extraño abrir la nevera de cualquier hogar y escoger entre la variedad de quesos que encontramos dentro, ya que son pocos los que apuestan por disfrutar de un solo tipo. Fresco, curado, para untar… cada cual tiene su cometido ideal.

Atendiendo a diferentes criterios, los quesos se pueden clasificar de una forma u otra. Cada uno presenta un aspecto, sabor y textura completamente singular, pero muchos consumidores desconocen el motivo. El queso es una delicia gastronómica que no falta en ninguna despensa o cocina que se precie, pero los hay de tantas clases, gustos y formas que convendría conocer más a fondo sus elementos diferenciadores. ¿En base a qué criterios clasificamos los quesos?

Quesos según el tipo de leche

El queso se elabora a partir de la leche de vaca, oveja, cabra o de una mezcla de varias en diferentes proporciones. También existen quesos de leche de camello, reno, búfala o de las hembras de la llama, aunque rara vez podemos adquirirlos en nuestros mercados. A nivel del Estado, la prestigiosa D.O. Cabrales se obtiene, bien con leche de vaca, o con mezcla de la de vaca, oveja y cabra, mientras que Idiazabal o Manchego parten de la de oveja.

Quesos según la humedad

En este caso, interviene directamente el porcentaje de humedad del queso (sin contar su grasa). Siguiendo este criterio, distinguimos los quesos blandos (como el Brie o el Camembert), los semiblandos (como el Roquefort francés o el Emmental suizo), los semiduros (el Edam o el Gouda), los duros (el Parmesano o el Provolone italianos) o los extraduros (el Sbrinz suizo, el más antiguo de Europa). Los diferentes niveles de humedad logran darle una textura u otra al queso.

Quesos según la cantidad de grasa

Esta clasificación se basa en el contenido en materia grasa del queso. En este caso, pueden ser desde grasos hasta desnatados, en función del porcentaje de grasa. Cuando nos referimos a los grasos (con un mínimo de 30% de grasa), hablamos del Roquefort, Cabrales, Gorgonzola y los quesos de untar. Los semigrasos como el Brie, Parmesano o Gouda, los magros como el Camembert, Cheddar o Mozzarella y los desnatados (con índices grasos menores al 10%) como el requesón o el 'Petit' completan esta distribución en función de los niveles de grasa.

Quesos según la maduración

Teniendo en cuenta el grado de maduración del queso, éste puede ser más fresco o añejo. Aquel que se consume al finalizar la elaboración se denomina fresco, es decir, no sigue ningún proceso de maduración. A partir de ahí, la clasificación sigue teniendo en cuenta los días en los que se dejan reposar y su peso. Están los tiernos (siete días, independientemente de su peso), semicurado (de 20 a 35 días), curado (de 45 a 105 días), viejo (de 105 a 180 días) y, finalmente, añejo (más de 270 días).

Otras variantes...

Con tantas variedades y tipos de queso, no solo se clasifican siguiendo los cuatro parámetros anteriores. También influyen el proceso de fermentación (como en el caso del queso azul), el tipo de corteza, el tratamiento de la leche, el origen, la intensidad, el gusto… brindando a cada queso su apariencia y peculiaridades.

¿Y qué queso usamos en cada tipo de receta?

  • Ensaladas: Si queremos un queso específico para preparar una ensalada, contamos con dos grandes opciones. Dependiendo de los alimentos con los que vayamos a aderezar nuestra ensalada deberemos optar por uno u otro. Los quesos frescos y blancos van perfectos en las ensaladas, como el queso de Burgos, la mozzarella o el queso feta. Pero si lo que se busca es que el queso juegue un papel protagonista en la receta los quesos poco curados cortados en dados casan perfectamente con ensaladas que contienen fruta, como puede ser el edam.

  • Pasta: En el caso de querer aderezar un plato de pasta, podemos optar por queso en dos formatos, en polvo o para gratinar. Si vamos a echar queso en polvo lo mejor es usar un queso duro o semiduro, como un parmesano, queso de oveja curado o un queso manchego curado. Además, si lo rallamos al momento el queso resultará mucho más aromático y tendrá una mayor sabor.

  • Gratinados: En este caso, y sobre todo si lo que se va a gratinar son pastas o pizzas, lo ideal es usar queso mozzarella semicurado o parmesano rallado. Si lo que se quiere cubrir de una fina capa de queso son verduras cocidas, patatas y carnes se puede usar camembert o brie.

  • Postres: Y si lo que queremos es quesos para elaborar un postre, como puede ser la tan de moda tarta de queso o, por ejemplo, un tiramisú, la mejor opción sin duda es el mascarpone. Y como él, cualquier queso de untar que presente características similares, suaves, cremosos y grasos. De hecho, a la hora de preparar un dulce, los tipos de queso fresco nombrados anteriormente nos pueden servir también para preparar mousses y flanes

  • Salsas: A la hora de realizar salsas basadas en quesos que acompañen, por ejemplo, a una carne, los quesos azules, entre los que el roquefort es el rey, suelen ser los elegidos. Si no nos gustase su sabor, debemos tener claro que lo importante será que elijamos un queso graso y con buena cantidad de leche, ya que se desharán de manera más sencilla en el calor. Es importante añadir el queso en el último momento, cuando la salsa ya esté cocinada, y con fuego bajo para que, de esta forma, se deshaga poco a poco y no se separen leche y grasa en forma de grumos en la propia salsa.

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