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Mikel Encinas
Lunes, 11 de marzo 2024, 12:47
Basta tomar un café con Naroa Pérez para darte cuenta de que es pura dinamita. Derrocha actividad y simpatía y en apenas una hora se intuye por qué ha sido elegida entre los siete nominados a Jefe de Sala Revelación en Madrid Fusión.
Los clientes de Gaztañaga y de Xixario han tenido la suerte de conocer de cerca su amabilidad, su desparpajo y su valía durante los últimos años y, con solo 28 años, su trayectoria es una oda al trabajo de sala hecho como se hacía antaño. Formándose en el día a día. Porque Naroa comenzó a trabajar en la sidrería Gaztañaga con 16 años «para ganarme unas pelas» y hoy en día se la rifan en los mejores restaurantes porque toda la hostelería guipuzcoana conoce el sensacional trabajo que ha realizado primero en Gaztañaga y luego en Xixario, donde se convirtió en la mano derecha de Luis Mari Uranga. La suerte de contar con ella la tendrán en Petritegi, donde estará al frente del nuevo restaurante que abrirán en el mes de abril.
Su talento es innato y lo ha pulido en la mejor escuela: trabajando. Hasta el punto de llamar la atención de los mejores críticos gastronómicos del país a través de su buen hacer en Orio: «Cuando me lo dijeron no me lo creía. Me dejó un mensaje el periodista Mitxel Ezquiaga, de El Diario Vasco, diciéndome que estaba nominada. Pensaba que se había equivocado». Pero no se había confundido. «No era algo que había buscado, ni siquiera sabía que existían estos premios».
Después de conocer la noticia se puso en contacto con la organización de Madrid Fusión y corroboró la información que le había dado el periodista. «Tenía una acreditación para tres días en el congreso». Allí «todo fue increíble. Es todo un mundo aquello» y tuvo la oportunidad de conocer a mucha gente del gremio y a los otros seis jefes de sala que compartían nominación con ella. «Me decía a mí misma: '¿Pero qué hago aquí?'». La mayoría del resto de los nominados eran personas que se habían formado en universidades y escuelas de hostelería, pero lo que Naroa tiene no se aprende en ningún lado: tiene carisma y energía y es lo que ha transmitido siempre desde los restaurantes en los que ha trabajado y lo que le ha hecho ganarse un hueco entre los mejores a base de lograr que los clientes estuvieran como en casa.
Durante la estancia en Madrid, recuerda cómo «uno de los nominados me preguntó a ver si había preparado el discurso. Le dije que no. ¿Cómo iba a ganar con la gente que había allí?». No se llevó el galardón. Pero estar donde estuvo ya era un premio en sí mismo y un reconocimiento a una dedicación que le lleva prácticamente todo el día, pero que siempre acomete con una sonrisa: «Yo hago lo que hago porque me gusta y no me importa pasarme las horas que sean. Voy por la mañana, preparo los pedidos, atiendo el teléfono, organizo las mesas… Y todo lo hago con una sonrisa porque me gusta mi trabajo. Si no, no lo haría y no tendría sentido».
Apenas tiene tiempo libre entre las comidas y las cenas, pero lo disfruta porque «los trabajadores del restaurante somos como una familia. Al final, pasamos todo el día juntos. Comemos juntos, cenamos… Cuando llega el final del verano, después de varias semanas trabajando todos los días, hay tensión, pero eso también es propio de las familias», dice Naroa.
El entusiasmo con el que trabaja lo traslada y se evidencia al escucharle hablar de su profesión. Es una enamorada de la hostelería, de hacer sentir bien a la gente y de ayudarle a disfrutar. Pero Naroa es una persona enormemente activa y llena prácticamente cada minuto de su vida. De ahí que tenga otro trabajo fuera del restaurante. Es profesora de danza de un grupo de niñas: «Tengo claro que eso me apasiona y cuando empecé a trabajar en Xixario ya dije que no iba a dejar eso por nada del mundo. Son mis niñas», dice emocionada. Por tanto, en el hueco que le queda entre las comidas y las cenas en el restaurante, coge el coche y se va a Villabona, Leaburu o Albiztur para enseñar a bailar a esas niñas, con quienes se topó poco antes de este encuentro y saludó con cariño.
A partir de abril comenzará una nueva etapa en Petritegi. Las ofertas le llueven, pero se guía por motivaciones personales a la hora de elegir proyectos: «Antes de estar nominada en Madrid Fusión me habían ofrecido muchos trabajos, pero a mí me tiene que gustar lo que me ofrecen. Me gustan los sitios familiares y que no sean tan formales. Petritegi es una sidrería y sé que voy a disfrutar porque me gusta mucho el mundo de la sidra», subraya.
En apenas 12 años de profesión y con solo 28, Naroa Pérez se ha convertido en una de las mejores de España en su trabajo. Mientras siga con esa pasión y ese entusiasmo, no tiene límites.
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