Historias de tripaundis
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Historias de tripaundis
El duelo entre fogones... que nunca ocurrióSin que sirva de precedente hoy me meto en el barro de la especulación y los quizás para traerles una historia que no sé si es cierta o no, pero que es tan buena, tan descacharrante, que no la puedo dejar pasar.
¿Se acuerdan ... ustedes de don Félix Ibarguren, alias «Shishito»? Les he hablado aquí de él en más de una ocasión: en 1901 abrió en los bajos del Palacio de Bellas Artes la primera academia de cocina de España y fue el cocinero guipuzcoano más famoso de su generación. Nacido en Donostia en 1854 y fallecido en la misma ciudad en 1934, fue chef de la Sociedad Económica Bascongada de Amigos del País y del restaurante de Ulía además de autor (al alimón con su amigo Ramón Luis de Camio) de varios recetarios publicados en 1895.
El primero, 'La cocina práctica: tratado de recetas de comidas de vigilia', vio la luz en marzo de aquel año y se convirtió rápidamente en un bestseller gracias a la cercanía de la Cuaresma. Tanto se habló del libro en prensa y con tantas alabanzas que el resto de cocineros donostiarras se sintieron ultrajados y sacaron el orgullo a pasear.
Al menos eso es lo que contó en 1991 José María Aycart Orbegozo , abogado y miembro de la Sociedad Bascongada, en el boletín de la Cofradía Vasca de Gastronomía. Dedicó un extenso artículo a las glorias culinarias de Shishito y por el camino dejó caer una anécdota que yo desgraciadamente no he podido contrastar, pero que perfectamente habría podido ocurrir. En tiempos de Ibarguren la gente se tomaba los asuntos de honor muy a la tremenda, y si tenían que ver con su forma de ganarse la vida, aún más.
Según Aycart, los elogios que recibió don Félix por su primer libro fueron tan entusiastas que el periódico La Voz de Guipúzcoa llegó a afirmar que el autor era «el mejor indiscutiblemente que hay hoy en San Sebastián". Tal afirmación despertó los celos de otros cocineros locales -Aycart cita entre ellos a Zatarain, Marino, Andilouze, Ezcurdia, Galarraga y Lecuno- quienes «se apresuraron a desafiar a Ibarguren a celebrar una prueba ante un tribunal formado por jefes de cocina franceses y españoles» que dictaminaría quién era el mejor cocinero y, en resumidas cuentas, si el tal Shishito era para tanto como se decía. Se puso sobre la mesa una apuesta de dosmil o tres mil pesetas, una cantidad muy importante en aquella época. Lo malo es que aquel duelo a muerte entre fogones no se llegó a celebrar. Aycart cuenta que Ibarguren no aceptó el reto y que otros periódicos locales templaron los ánimos para que la sangre no llegara a la tabla de cortar. Eso sí, a don Félix la promoción del recetario le salió gratis. Según nuestro informante esta historia llegó a las páginas nacionales e incluso a las extranjeras, pero yo no he podido encontrar ni rastro de ella en ninguna hemeroteca. Ojalá fuera verdad.
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