Urgente Las 10 noticias clave de la jornada

La palabra 'podavines' puede que les suene a ustedes sólo por ser el nombre de una calle del barrio de Amara, pero antiguamente fue la denominación de un oficio orgulloso, tradicional y muy importante para la estructura económica y social de Donostia. Tanto, que aquellos ... que ejercían la labor de podar las viñas de la ciudad (de ahí 'poda-vín') formaron su propio gremio, su propia cofradía y tuvieron hasta sus propias ordenanzas, aprobadas por la reina doña Juana de Castilla en 1508.

Publicidad

A los podavines me los encontré hace nada buscando información sobre el txakoli en los siglos XVI y XVII, allá cuando San Sebastián estaba rodeado de viñedos y manzanos. Por aquel entonces, antes de que llegara el maíz americano para alegrarnos la vida y el estómago, la principal cosecha del partido donostiarra consistía en el vino txakoli. Su consumo y venta estaban protegidos y no se podía introducir ningún otro vino en la ciudad hasta que no se hubiera agotado completamente el local, cosa que solía ocurrir por abril o mayo. La abundancia de vides y la repercusión de su buen cultivo provocó que los podadores tuvieran un gran peso social. Tal y como cuenta el historiador Álvaro Aragón Ruano en su estudio 'Los podavines: labradores jornaleros en San Sebastián', los llamados podavines eran modestos inquilinos y arrendatarios, vecinos en su mayoría del barrio del Antiguo y dedicados a labores agrícolas cualificadas. Estaban especializados en trabajos muy específicos que no sabía desempeñar cualquiera y que eran fundamentales para la elaboración tanto del vino como de la sidra, como podar, ligar (atar las ramas de la vid a los parrales), morgonar (colocar plantones de vid para que arraiguen adecuadamente), layar, cavar las viñas, plantar manzanos y colocar setos. Cuando tocaba también majaban las manzanas para sidra o faenaban en la prensa de uva, y si resultaba necesario no hacían ascos a otras actividades como la pesca de bajura.

Los podavines donostiarras eran miembros de la Cofradía del Señor Santiago, hermandad que englobaba a todos los labradores y cavadores feligreses del convento de San Bartolomé, la parroquia de San Sebastián el Antiguo y la iglesia de Santa Catalina. El poder que llegaron a ostentar les enfrentó en numerosas ocasiones con las autoridades del municipio, ya que no solo manejaban con mano de hierro el gremio entero sino que impusieron sus propias reglas, fijando ellos mismos el salario y la manutención (pan, bebida y comida) que debía recibir cada podavín por día de trabajo.

A partir del siglo XVII y debido tanto a nuevas regulaciones (se permitió a los propietarios contratar jornaleros de otras localidades) como al auge nuevos cultivos, los podavines tuvieron que reconvertirse en cortadores de leña, pescadores y marineros. De su contribución a la agricultura guipuzcoana al menos nos queda una calle.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete los 2 primeros meses gratis

Publicidad