![El Restaurante Kiki, en la flor de la vida](https://s1.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/2024/03/11/restaurante-kiki-lorea-kFzG-U2101784953142ZLF-1200x840@Diario%20Vasco.jpg)
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M. Encinas
Lunes, 11 de marzo 2024, 12:47
Desde la experiencia que dan los años de profesión, Alfredo Escobar sabe que El Restaurante Kiki está en la flor de la vida. Tras muchos años de búsqueda, de adaptarse a los tiempos a base de trabajo y esfuerzo, su restaurante ha encontrado el equilibrio y brilla desde Lorea, en el Antiguo.
No es una zona de paso, ni de alterne, pero Alfredo, 'Kiki' para los amigos, ha encontrado 'El Dorado' en base a una clara apuesta por la gastronomía de calidad basada en un producto de mercado, de temporada y de proximidad. Así lleva varios años llamando la atención y la propuesta bien merece salirse de la ruta habitual de restaurantes de la capital donostiarra para detenerse en este txoko de El Antiguo, frente a las universidades.
Su carta es un espectáculo. Versátil y reflejo de su clara apuesta por la calidad: «Procuramos tener una carta equilibrada. Tenemos una ensalada de bogavante e intentamos también que haya verdura. Ahora estamos con la alcachofa y el cardo, además de la menestra. Como entrantes también ofrecemos siempre algo de marisco y embutido, arroz con almejas que se lleva mucho… Tenemos prácticamente de todo. Sopa, embutido, arroz, verduras, hongos, zamburiñas», cuenta 'Kiki'.
Un clásico de la casa es el txangurro relleno y tampoco falta nunca en su carta la merluza a la koxkera o el rape rebozado. A partir de ahí «apostamos por los pescados que nos ofrece el mercado. Solemos variar en función de lo que vemos por las mañanas». Los callos, los morros o el rabo de toro son los reyes de la carne en el Kiki, igual que la txuleta, pero también asan cordero y en estos meses bordan la caza.
El buen hacer del restaurante de Lorea ha corrido como la pólvora y para comer allí es recomendable reservar de antemano, puesto que en muchas fases del año está completo. Tienen un cliente muy diferente en función del día de la semana o de la estación del año: «Entre semana tenemos gente que trabaja en Zuatzu o en la Universidad. Se hacen muchas comidas de doctorando o de gente que trabaja en las empresas de alrededor». El fin de semana es un ambiente mucho más familiar. «Se acercan muchas familias de Donostia y también de la provincia que conocen el restaurante».
Gracias a mucho trabajo, esfuerzo y cariño, el Kiki ha alcanzado ese lugar con el que siempre soñó Alfredo: «En 2023 hemos trabajado como nunca», explica.
El proyecto ha llegado a este punto de madurez después de muchos años moviéndose en busca de este momento dulce. «Cuando abrimos en 1989 vinieron a vivir aquí muchos matrimonios jóvenes. Era una zona recién construida y funcionábamos muy bien como bar, sirviendo cócteles y combinados». Pero con el paso del tiempo «esa gente fue envejeciendo, ya no tomaban combinados y se fue construyendo Benta Berri, con lo que ya dejamos de ser el único bar de la zona». Esto obligó a Alfredo a adaptar por primera vez el concepto del bar a la nueva realidad. Recuerda cómo en la época de la crisis del ladrillo «bajamos muchísimo» y en aquel momento de debilidad se quedó como único socio. «Hice un análisis DAFO y llegué a la conclusión de que la línea a seguir tenía que ser la de la cocina, que había tenido parada durante muchos años». La primera apuesta, mediada la década de los diez, fue la de los menús del día: «Sabía que no era rentable, porque no tengo un bar muy grande, pero tenía que llenar el bar y que la gente lo identificara con la comida. Como bar ya no iba a funcionar porque nadie pasa por aquí. Al cliente hay que traerle y pensé que la mejor manera de atraerle era a través de la comida».
Tras comenzar con los menús, le costó dar con la fórmula, pero esta la encontró a la salida de la pandemia: «Hicimos una clara apuesta por la carta y encontramos el personal idóneo, gente cualificada en la cocina». Y es así como Kiki dio «en el clavo». Desde entonces «ha sido todo ir hacia arriba. El fin de semana trabajamos muchísimo y en verano funcionamos muy bien». Con ese producto y la mano de un equipo de cocina fantástico, Kiki brilla con luz propia en Lorea, se encuentra en la flor de la vida y Escobar disfruta de una profesión en la que se ha dejado el alma desde el primer día y que le está devolviendo todo el esfuerzo que ha puesto.
No obstante, Alfredo no siente, en absoluto, que ha llegado a puerto. Es consciente de que en el trabajo y en la innovación está el crecimiento. «Siempre hay que estar en movimiento ». Ese movimiento le ha llevado al dulce momento que vive hoy.
La terraza es una gran alternativa para disfrutar de la cocina de Kiki, tanto en verano como en invierno, puesto que está cubierta y dispone de calefacción interior. Comer fuera no desmerece en absoluto a la experiencia de hacerlo dentro, puesto que Alfredo Escobar y su equipo cuidan el detalle. Las mesas están completamente vestidas, con la misma mantelería que se puede encontrar en el interior, convirtiendo la terraza en una alternativa idónea para quien quiera disfrutar del aire libre.
No obstante, no solo de comidas vive el Kiki. Los fines de semana se convierte en un lugar ideal para el aperitivo. Sus raciones de croquetas y su ensaladilla son conocidas en todo el barrio y para muchos es un ritual ese aperitivo que prepara Alfredo. Su amplia carta de bebidas y los grandes conocimientos en coctelería de Escobar convierten este establecimiento en un lugar ideal para disfrutar de un cóctel o una copa por la tarde.
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