Se acuerdan de que la última vez hablamos aquí del triunfo del rape durante la Guerra Civil? No tuve espacio suficiente para explicar una de las razones de su extraño auge en tiempos bélicos: cuando San Sebastián cayó en manos de los nacionales en septiembre ... de 1936, gran parte de los arrantzales de la ciudad y de otros puntos de la provincia tuvieron que trasladarse a Bilbao (por entonces aún dominio republicano) debido a sus simpatías izquierdistas o nacionalistas. Durante un tiempo los barcos no salieron de los puertos y cuando lo hicieron fue pilotados por pescadores llegados de Galicia y otras zonas de España. Algunos de los refugiados catalanes y valencianos que se habían instalado en Donostia, los más humildes, se sumaron a la labor marinera, mientras que los que presumían de ahorros llenaban los bares y restaurantes locales. Entre unos y otros pusieron de moda el 'rap', aquel sapo de mar que hasta entonces sólo comían los vascos más pobres y desprejuiciados. Ésa fue una de las consecuencias gastronómicas de la guerra, durante la cual irónicamente —al menos en la capital guipuzcoana— se comió, se bebió y se festejó mejor que en época de paz. Al menos se hizo con más consciencia del privilegio que suponía estar vivo, con muchísimo más derroche y frenesí, no fuera que te pillara un obús y no hubieras disfrutado lo suficiente. Es posible que el apodo de 'Sansestabién' lo pusieran los del otro bando o los más críticos con el hedonismo de retaguardia, pero es que de verdad se estaba muy bien. Sería exagerado afirmar que la guerra en San Sebastián fue un veraneo de tres largos años, pero para quienes llegaban como evacuados, heridos, soldados de permiso o periodistas de trinchera el ambiente lúdico de la ciudad era tan incongruente como mágico.
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Había fiestas, sol, playa, helados, rape a tutiplén, restaurants llenos de comensales enjoyados y gente siempre con un cóctel en la mano. Lo último se lo debemos a Pedro Chicote Serrano (1899-1977), barman superior y anfitrión aún mejor que hizo de Euskadi su segunda casa. Podía remontar sus recuerdos donostiarras hasta el verano de 1917, cuando se acercó por primera vez al Cantábrico para trabajar como extra en el hotel Biarritz de Juana Eguren.
Lo contó en este periódico en 1967, cuando celebró sus bodas de plata con La Concha y alguna lagrimita que otra se le escapó al rememorar su época dorada al frente de La Perla del Océano. También pasó por el María Cristina, el Victoria Palace y hasta tuvo su propio bar en propiedad, el que luego conocerían muchos de ustedes como Bar Rafael en la calle Hernani. Ni el embolingue de los locos años 20 ni el famoso Sansestabién hubieran existido sin él, así que este verano le dedicaremos unos cuantos brindis. Estén atentos.
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