La Sierra de Aracena es un paraíso en la tierra en la que disfruto como un cochino, pues reúne todas las condiciones para pasárselo pipa. Tengo allá buenos amigos, no suele haber cobertura telefónica, el paisaje es de infarto y los paisanos tranquilos y sin ... tontadas en la cabeza, solo les preocupa la salud, si helaron los huertos, cómo va la Joaquina con su quimio, que florezcan los recursos naturales, que curen bien los jamones colganderos y asomen tanas, castañas y bellotas gordas como melocotones de Calanda. Como soy animal de costumbres y cuadriculado como un cubo de Rubik, el primer planazo nada más llegar es aparcar en la Plaza de Fuenteheridos para echar un trago y zamparme unos chicharrones junto al fuego en La Posá o en las tabernas cercanas a la Fuente de los Doce Caños.
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Montecruz
Dirección Plaza de San Pedro - Aracena (Huelva)
Teléfono 959 126 013
Contacto @restaurantemontecruz
Con quién Con amigos / En pareja / En familia
Monedas 3 de 5
Platos Pisto con huevo frito, caña de lomo y jamón 7 euros / Brazuelo de cordero 24 euros / Arroz con perdiz 12 euros / Migas serranas 14 euros / Flamenquines 18 euros
Ambiente Tasca modernita
Antes de sentarnos en el restorán Montecruz del amigo Manolo en Aracena, les redactaré el consabido itinerario por la zona, para que se iluminen los ojos y llenen el maletero de especialidades locales, porque a tiro de lapo, ¡menuda ordinariez!, está Castaño del Robledo y podrán pimplarse una cervecita en la plaza del Álamo, pegaditos a la iglesia. Hagan examen de conciencia antes de visitar allí mismo a Manolo en su Rincón de Pepe, un despacho de chacina ibérica que parece un fotograma de la serie Curro Jiménez, pues no hay rincón ni techumbre de la que no cuelguen cañas de lomo, salchichones, lomitos de presa, chorizos, paletas, jamones o morcones, que como saben, es especialidad inconfundible de la provincia de Huelva. Gástense los ahorros en productos del cerdo ibérico español porque ni de coña son mejor medicina natural la jalea real o una ampolla de ginseng.
El truco del almendruco
Denle al ibértico Las chacinas sonde categoría, confeccionadas y curadas en casa, así que denle al ibérico a mandíbula batiente.
También hay caminatas a pata con sudadera por senderos señalizados para ansiosos que necesitan calzarse sus botas 'goretex' a prueba de resbalón y barrizal, o planes culturales como acercarse hasta la vecina Almonaster la Real para darse un garbeo por su vieja mezquita rehabilitada con oratorio islámico orientado a la Meca, junto a la desvencijada plaza de toros y dominando buena parte la sierra. Pueden subir a la ermita de Nuestra Señora Reina de los Ángeles en Alajar y tomarse un refresco en su quiosco, rastreando algún secadero de jamones en Corte y Concepción e intentando que alguno corte a cuchillo una par de raciones de maza, punta o babilla, dejando un día entero para disfrutar de la chulísima Aracena, más bonita que nunca jamás.
Levantada sobre sus grutas y a resguardo de su castillo descuajeringado, vale la pena darse un voltio por sus anchas callejuelas y plazas para gozar con su tranquilidad de pueblo serrano, engalanado con ese toque que distingue al tipo local, que mientras camina, viste comercios, cafés, despachos de pan y terrazas, más chulo que un ocho porque por allí todos se pavonea y dice, «¿salir del pueblo, para qué?» En la misma entrada está Segundín el carnicero, que ha montado un imperio de carnes frescas de cochino bueno, morcillas tontas, chorizos y todos los avíos necesarios para que las amas de casa guisen y los hombres alumbren la brasa, entretenidos con sus botellines de cerveza, asando costillas, chuletas o presas. Otra actividad extraescolar de categoría es arrimarse a la freiduría de patatas Perdi del polígono, pillar a Miguel escurriéndolas recién fritas y llevárselas embolsadas aún calientes porque son otra liga. Vamos llegando a Montecruz, ¡no desesperen!, porque antes hay que pasar por la confitería Rufino, que desde 1875 alegra la vida al personal con sus vitrinas llenas de tocinillos de cielo, piononos, pezuñas, relámpagos, yemas, bizcotelas, carmelitas, lenguas de obispo y milhojas.
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Ahora sí. El tasco de Manolo exhibe en la puerta una plaquita roja Michelin porque sirve guisos y platillos regionales de calidad a precios contenidos y cumple fielmente las expectativas llenando las cámaras frigoríficas con ingredientes locales. Reúnen en el mismo canasto setas -gallipiernos, tanas, tentullos o gurumelos-, chacinas de categoría -lomo, paleta o jamón- y carnes de caza -ciervo, perdiz o lo que se mueva por los matojos-, confeccionando elaboraciones populares inspiradas en los usos y costumbres de los fogones de la zona. Sí, también hacen concesiones a la juventud o a las reuniones familiares que prefieren raciones al centro y salir despachados para casa con un picoteo ligero y cinco cañas, pero el listado de joyas es más que apetecible: sartén de huevos con jamón ibérico, un flamenquín diferente, arroz con perdiz, pisto con huevos, caña de lomo y jamón, lomo de ciervo asado o paletillas guisadas, migas serranas con huevo, pimientos, naranja, panceta y chorizo, brazuelo de cordero y carrilleras. La terraza invita a tomarse allá el postre, el café y la copa, alumbren las brochas de tabaco habano porque cualquier día fumar estará penado con cárcel, a ver si llega el meteorito de una vez y nos extinguimos. Disfruten, que nos quedan dos telediarios.
Levantada sobre sus grutas y a resguardo de su castillo descuajeringado, vale la pena darse un voltio por sus anchas callejuelas y plazas para gozar con su tranquilidad de pueblo serrano, engalanado con ese toque que distingue al tipo local, que mientras camina, viste comercios, cafés, despachos de pan y terrazas, más chulo que un ocho porque por allí todos se pavonea y dice, «¿salir del pueblo, para qué?» En la misma entrada está Segundín el carnicero, que ha montado un imperio de carnes frescas de cochino bueno, morcillas tontas, chorizos y todos los avíos necesarios para que las amas de casa guisen y los hombres alumbren la brasa, entretenidos con sus botellines de cerveza, asando costillas, chuletas o presas.
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Otra actividad extraescolar de categoría es arrimarse a la freiduría de patatas Perdi del polígono, pillar a Miguel escurriéndolas recién fritas y llevárselas embolsadas aún calientes porque son otra liga. Vamos llegando a Montecruz, ¡no desesperen!, porque antes hay que pasar por la confitería Rufino, que desde 1875 alegra la vida al personal con sus vitrinas llenas de tocinillos de cielo, piononos, pezuñas, relámpagos, yemas, bizcotelas, carmelitas, lenguas de obispo y milhojas. Ahora sí. El tasco de Manolo exhibe en la puerta una plaquita roja Michelin porque sirve guisos y platillos regionales de calidad a precios contenidos y cumple fielmente las expectativas llenando las cámaras frigoríficas con ingredientes locales. Reúnen en el mismo canasto setas -gallipiernos, tanas, tentullos o gurumelos-, chacinas de categoría -lomo, paleta o jamón-, y carnes de caza -ciervo, perdiz o lo que se mueva por los matojos-, confeccionando elaboraciones populares inspiradas en los usos y costumbres de los fogones de la zona.
Sí, también hacen concesiones a la juventud o a las reuniones familiares que prefieren raciones al centro y salir despachados para casa con un picoteo ligero y cinco cañas, pero el listado de joyas es más que apetecible: sartén de huevos con jamón ibérico, un flamenquín diferente, arroz con perdiz, pisto con huevos, caña de lomo y jamón, lomo de ciervo asado o paletillas guisadas, migas serranas con huevo, pimientos, naranja, panceta y chorizo, brazuelo de cordero y carrilleras. La terraza invita a tomarse allá el postre, el café y la copa, alumbren las brochas de tabaco habano porque cualquier día fumar estará penado con cárcel, a ver si llega el meteorito de una vez y nos extinguimos. Disfruten, que nos quedan dos telediarios.
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