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Te plantas ante el mostrador, eliges, y si tienes dudas, te socorren con sonrisa de oreja a oreja, cosa muy de agradecer en estos tiempos de trastos a la cabeza. Iñigo Royo
Bugati: Pollos asados de bandera
Restaurantes

Bugati: Pollos asados de bandera

Bugati es un reloj engrasado en el que reina el entusiasmo por hacerlo bien, asunto nada fácil cuando aquello se pone hasta la bandera

Sábado, 5 de octubre 2024, 00:02

Comerse un pollo asado, aún en los tiempos pijos y chorras que nos toca en suerte vivir, me sigue pareciendo un lujo asiático y cada vez que meto uno en el horno, sueño con sus jugos dorados como el Carpanta de los tebeos de Escobar. Los aso veinte minutos apoyados sobre el pecho y a ciento ochenta grados, sin dejar de rociarlos con su jugo, otros tantos sobre un muslo, luego sobre el otro y finalmente subo a doscientos pecho arriba, para churruscarlo. Algunos los rocían con vino blanco, otros añaden manzanilla u oloroso, algunos cuelan por el culo medio limón, una cabeza de ajos o un tarugo de pan o lo riegan un rato antes de sacarlo con un chorretón de brandy. Para gustos los colores, pero que no falte nunca humedad en el fondo de la bandeja para que el resultado sea un éxito de taquilla. Empezamos con consejos que nadie pidió, pero me paso la vida explicando a la peña cómo rebozar merluza o conseguir que el bizcocho suba.

Y hablando de pollastres, yendo o volviendo por la nacional uno a la altura del mercado de frutas de Lasarte-Oria, verán un cifostio de coches intentando aparcar en Bugati, que lleva ocho años abierto y haciendo frente a unos llenazos diarios por su originalidad. Cuando Mayi y Nartzi soñaron su asador lo tuvieron clarinete, pues no escucharon los lógicos cantos de sirenas que les recomendaban echar sobre las brasas besugos, rodaballos o chuletas e imaginaron una fórmula magistral, que consiste en asar pollos, ofreciéndolos a buen precio y en un entorno familiar, ¡bingo!

El camino fue duro y cuesta arriba hasta encajar las piezas de este cubo de Rubik, pero el resultado es un negocio familiar que merece sumarse a la larga lista de locales que desfilan por estas páginas del zampe, llenas de restoranes estrellados, merenderos o tascas singulares.

Bugati es un reloj engrasado en el que reina el entusiasmo por hacerlo bien, asunto nada fácil cuando aquello se pone hasta la bandera. El lugar cambia de aspecto según sea día de labor o festivo, pues las tardes entre semana atienden a gente que se acerca de su paseo o de la playa planeando una merienda cena. Otra cosa son los fines de semana, con esas caravanas de familias del salvaje oeste que vuelan hasta allá en busca de papeo de calidad y espacio para que correteen sus mochuelos.

La movida la tienen dominada y es un gusto verlos trabajar frente a esos espetos giratorios en los que asan sobre las ascuas centenares de pollos. Rociándolos con un ajilimójilis casero y meneándolos de un lado para otro para dominar la fuente de calor, subiéndolos, bajándolos o alejándolos de la chicharra. Es hipnótico verlos crepitar y contemplar las caras de satisfacción del personal que atiende a todos los que nos acercamos hasta allá para ponernos hasta las cartolas con esta especialidad principal, que puedes guarnecer con patatas fritas y algunas ensaladas resueltas con productos de categoría, bien cortados y aderezados con tino.

'Korrikalari' y normal

Vayan con tiempo para evitar aglomeraciones. La mecánica es simple. Te plantas ante el mostrador, eliges, y si tienes dudas, te socorren con sonrisa de oreja a oreja, cosa muy de agradecer en estos tiempos de trastos a la cabeza. El grueso del asunto es decidirse entre el pollo 'korrikalari' o uno más normal que está riquísimo. Si es su primera vez, prueben los dos y saquen conclusiones. Llevan patatas, un jugo sustancioso y esa sabrosura que les confiere el asado a la brasa, gusto pronunciado y una piel achicharrada alejada del típico pellejo cauchoso que da tanta grima. Tienen mordida, ¡está reventón!, cómanselo con las manos y sin pudor alguno. No se distraigan y eviten ponerse morados con otras delicias de la carta, pues hay croquetas, jamón y chorizo ibérico, morcilla de Ezcaray con pimientos rojos o piparras fritas. Cálmense.

Resuelto el pedido, te entregan un dispositivo electrónico que suena en cuanto tienen lista tu comanda, así que te acomodas en el local instalándote dónde más te guste: cerca del aire acondicionado, alejado del bullicio, en la calle para a la fresca o junto a los recreativos, el futbolín, el tobogán o la piscina de bolas. Pillen platos, cubiertos y vasos. La bebida está fresca y el cañero helado, si pides una clara de cerveza sale escarchada y 'ojocuidao' porque el alioli de ajo asado está para ponerle un piso en Miraconcha, entreténganse haciendo barcos de pan.

De postre, además del fabuloso helado 'crocanti' de palo, 'magnum' o 'cornetto', sirven arroz con leche, cuajada, flan, tiramisú, 'muses' en tarro de cristal, quesos y los típicos bebercios granizados que te dejan los pezones como garbanzos de Fuentesaúco. Disfruten, que nos quedan dos telediarios.

Bugati

  • Dirección: P. Arrapide 74. Zubieta.

  • Teléfono: 943 377 662.

  • Web: bugatierretegia.com

  • Cocina: Todos los públicos.

  • Ambiente: Campestre.

  • ¿Con quién?: Con amigos/En familia.

  • Precios: Pimientos fritos de Gernika, 7.50 euros; ensalada de tomate y cebolla, 7; pollo entero con patatas, 17.50; pollo de caserío entero con patatas, 35.90; pote de salsa alioli 2 euros.

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