Entrar en el restaurante Morondo de Irun es un regreso al pasado. Pero al pasado bueno. Al de las casas de comida. Al de los ... menús del día con comida casera. Al de los platos de puchero y cuchara sin trampa ni cartón. Todo ello servido en una vajilla 'vintage' que acompaña el ambiente de este mítico restaurante junto a la plaza de Urdanibia, con una larga historia de buenas comidas y sobremesas a sus espaldas.
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Porque decir restaurante y Morondo en Irun es decir mucho. Un regreso al pasado total. Pocos irundarras no han tenido la ocasión de pasar por ahí en la larga historia de este local hostelero, que abrió sus puertas a mediados del siglo pasado de la mano de Amador Morondo. Luego recogió su testigo en 1976 su hijo Román . El éxito del Morondo fue tal que Román decidió ampliar el negocio en 1980 y abrir al lado el restaurante Romantxo. Ambos junto a la plaza de Urdanibia de Irun. Si el Morondo era famoso por su buen hacer en el menú del día y su comida casera, el Romantxo se centró en la alta cocina de la mano del chef Pedro Gómez. Tras dos décadas de éxito, este último local se cerró en 1997 (ahora hay una oficina de Laboral Kutxa). El Morondo, en cambio, siguió abierto muchos años más en una nueva ubicación cercana (calle Papinea, 2) con Román a la cabeza, hasta que se jubiló y dio paso a una nueva gerencia que ha mantenido la esencia de este restaurante hasta nuestros días.
Y ahí sigue, ofreciendo un menú diario en el que no faltan las alubias, las lentejas o los garbanzos en invierno, a un precio más que competitivo. También hay un menú de fin de semana, alubiadas para grupos por encargo y una carta sencilla y sabrosa. Sin ningún lujo pero con mucho sabor.
En el Morondo no esperen ningún refinamiento. La decoración, la vajilla e incluso la cubertería acumulan horas de fregado y ajetreo. Pero en este local no hay trampa ni cartón. Todo es de verdad. Con un servicio rápido, amable y eficaz. Incluso, puede darse el caso de que, si los comensales son solo dos, toque compartir una mesa larga con otra pareja. Eso sí, siempre dejando un obligado espacio de distancia personal. ¿No se comparte mesa también en las sidrerías? Con todo esto, conviene reservar sitio porque el local no es muy grande.
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Y la visita no falla. La carta tiene todos los palos de la cocina tradicional. Destaca la sopa de pescado, la morcilla de Burgos con pimientos, el revuelto de hongos o los pimientos rellenos de txangurro. En el capítulo de pescados, apuesten por las kokotxas de merluza en salsa verde como se hacían antaño o por una buena cazuela de txipirones en su tinta. En el surtido de carnes tampoco hay misterio: entrecot, solomillo y txuletón. Ya está.
Tras un buen ágape, lo mejor llega al final. La comida es rica y, además, a una más que buena relación calidad-precio. También los vinos, con una carta corta, pero a tarifas que invitan a pedir más de una botella si la fiesta lo merece. Con la cuenta, en el Morondo también se regresa al pasado. Buen provecho!
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De tanto hablar de pucheros, y como estamos en pleno invierno, viene bien recordar la receta de alubias hecha por un especialista en la materia como Roberto Ruiz, de Hika Gastronomiko, en Villabona.
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