![Viajar con la tripa](https://s2.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/202302/12/media/jpao.jpg)
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Los humanos viajamos primero con los pies, más tarde con caballos y mulas, en pequeñas o grandes embarcaciones y después en tren. Viajábamos pocos y lo hacíamos por motivos de pura subsistencia, casi nunca por mero placer. Tuvo que llegar la revolución industrial para que ... el viaje por ocio, descanso, salud o cultura llegara a ser una práctica. Las nuevas clases burguesas se convirtieron entonces en algo que hasta entonces nunca había existido: en turistas. Y tan solo unas pocas décadas después, pasada la Segunda Guerra Mundial, el turismo cayó sobre todos nosotros derramado como la luz del sol, convirtiéndose en una dedicación o anhelo de los ciudadanos de medio mundo.
Ha llegado otra época en la que la gente viaja empujada por otros motivos diferentes a los clásicos descanso, ocio y diversión, muchas veces por un plato o una botella. La globalización y la capacidad de volar a precios irrisorios han hecho del mundo una gran aldea global, pero también podemos decir que han convertido el planeta en un barrio lleno de restaurantes de todas las culturas. Cuando éramos niños viajábamos desde nuestra cama con la imaginación, transportados a rincones remotos por los libros de Julio Verne o Salgari. Bastó con hacernos un poco mayores para empezar a viajar con la tripa, alentados por esta afición nuestra a descubrir el todo de los grupos humanos empezando por la parte comestible de cada una de sus culturas.
Los turistas gastronómicos cada vez somos más, hasta cifras que han impelido al poderosísimo sector turístico a preocuparse tanto por los menús como antes lo hacían por distancia del hotel hasta la playa. El atractivo gastronómico no es ya monocultivo de rincones como París, Tokio o San Sebastián. Hasta la aldea más recóndita tiene su plan para atraer a los viajeros de la tripa, esa élite que piensa antes en dónde va a comer que en dónde va a dormir.
Un estudio sobre la demanda de turismo gastronómico en España que acaba de publicarse certifica que los que viajamos con el paladar y el estómago no dejamos de crecer y somos ya legión. Según el trabajo, el 85% de los viajeros afirman que en los últimos dos años ha realizado al menos un viaje por motivos culinarios.
Dice el informe que el 55% de los turistas gastronómicos son mujeres y que el grupo más numeroso tiene entre 46 y 55 años, aunque también el inmediatamente anterior, desde los 36 a los 45 años, es muy relevante. La actividad estrella sigue siendo comer en restaurantes, seguida de las rutas de pintxos o tapas, pero crecen las visitas a los mercados, las bodegas, el ecoturismo y se mantiene la asistencia a ferias y eventos gastrónomicos. La cocina tradicional continúa siendo la opción mayoritaria, aunque los que más crecen en los últimos años (alcanzan casi un 25%) son los establecimientos con distinciones de prestigio, que nadie se engañe.
Aunque a estas alturas podría parecer que el espacio mayoritario de inspiración para decidir un restaurante es el entorno digital de las redes sociales, una mayoría aplastante del 62% afirma que se inspira en los comentarios y recomendaciones de amigos y familiares frente el 24% que lo hace en redes como Instagram. Ya les digo yo que mi experiencia personal ratifica esta idea. Si por cada recomendación que me piden los amigos, conocidos o los lectores cobrara medio euro llevaría una vida muy desahogada.
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