![La entrañable anécdota del nieto de Karlos Arguiñano en su primera visita a Barcelona: «Igual hay 2.000 personas»](https://s1.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/2025/02/06/KARLOSS-kVkG-U230776219623nNE-1200x840@Diario%20Vasco.png)
![La entrañable anécdota del nieto de Karlos Arguiñano en su primera visita a Barcelona: «Igual hay 2.000 personas»](https://s1.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/2025/02/06/KARLOSS-kVkG-U230776219623nNE-1200x840@Diario%20Vasco.png)
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L. G.
Jueves, 6 de febrero 2025, 10:05
El cocinero de Zarautz Karlos Arguiñano, conocido por su cercanía y sentido del humor, ha compartido una entrañable anécdota que vivió junto a su nieto Manex en una de sus visitas a Barcelona. El chef contó esta anécdota durante la emisión de su programa de cocina.
Acostumbrado a la tranquilidad de Zarautz, donde residen poco más de 22.000 personas, Arguiñano reconoce que las grandes ciudades como Madrid o Barcelona le siguen sorprendiendo por su bullicio y densidad de población. Pero nada comparado con la reacción de su nieto, quien, con apenas siete años, visitaba la capital catalana por primera vez.
«Estábamos esperando y le pregunté qué le parecía Barcelona», relata el cocinero. La respuesta del pequeño fue tan espontánea como divertida: «Igual hay 2.000 personas», aseguró con asombro. Arguiñano, entre risas, le corrigió: «¡2.000, no! Aquí hay millones».
La anécdota, contada con el característico humor del chef, refleja la inocente mirada infantil ante la inmensidad de una gran urbe. Pero no es la primera vez, que el popular cocinero habla sobre las grandes ciudades y su opnión respecto a ellas.
El popular cocinero ya compartió hace unas semanas sus impresiones sobre el ajetreo de las grandes ciudades, poniendo especial foco en Madrid y Barcelona. El cocinero, que solo acude a estas urbes entre seis y ocho veces al año por motivos de trabajo, confesó con humor: «Siempre me pregunto lo mismo, ¿toda esta gente que anda por la calle, luego qué harán?».
Arguiñano relató cómo le sorprende ver «los semáforos llenos de gente, las tiendas llenas de gente. Estás en un hotel y estás viendo japoneses, americanos, de todo. Y pienso: ¡joder, qué lío tiene toda esta gente aquí!». Estas palabras reflejan su desconcierto ante el frenético ritmo urbano, una realidad muy distinta a la paz de la vida rural que él valora profundamente.
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