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ICÍAR OCHOA DE OLANO
Domingo, 19 de agosto 2018, 09:49
Hasta que llegó ella, la ropa no era una elección. A finales del siglo XIX y primeros del XX, la indumentaria femenina consistía en una camisa de cuello alto y una túnica de doble botonadura sobre una falda lo suficientemente larga como para ocultar los tobillos. Todo ello sobre un corsé que constreñía sus costillas hasta conferirles una silueta en forma de 'ese'. Así para todo, incluido montar a caballo. Los impúdicos pantalones, como los funcionales jerséis, eran prendas reservadas estrictamente a los portadores de cromosomas XY y, en ocasiones, a las trabajadoras de los oficios más duros y sucios. Contra todo pronóstico, una huérfana, cabaretera, modistilla y diseñadora de sombreros, natural de un pueblo de la región Países del Loira, se ocuparía de sacar el sexismo del armario y de liberar a sus congéneres de las apreturas. En sus propias palabras, «di a las mujeres una sensación de libertad; les devolví el cuerpo: cuerpos doloridos y empapados en sudor debido a los corsés, los acolchados, los encajes». El feminismo viene de lejos y se escribe con doble 'ce'.
Nacida tal día como hoy de 1883 como Gabrielle Bonheur Chanel, su ascenso comenzó durante la Primera Guerra Mundial. Los diseños sobrios de aquella joven a la que enseñaron a coser las monjas de su orfanato casaban con los tiempos sombríos. Para entonces se las había arreglado para abrir una tienda, en el número 31 de la Rue Cambon de París -el actual cuartel general de la casa que dirige desde 1983 Karl Lagerfeld-, otra en Deauville y una tercera en Biarritz, y su nombre resonaba ya al otro lado del Atlántico.
Los motivos sobraban. La mujer que se transformó en la Coco de pelo corto y labios rojos aferrados a un pitillo había cortado la longitud de la falda, redimido las cinturas, aligerado los tejidos, introducido la bisutería, alumbrado el primer perfume, democratizado los pantalones y refundado la elegancia para cimentarla sobre la sencillez y la accesibilidad a mujeres de todas las clases sociales. La opulencia, el exceso y la rigidez quedaban oficialmente demodé. Para la posterioridad ha dejado su versátil vestido negro, «una especie de uniforme para todas las mujeres de buen gusto», como resumió en su día la revista 'Vogue' sin equivocarse. Casi un siglo después, ahí continúa imbatible cualquiera que sea la hora del sarao o la naturaleza del mismo.
Con su revolución estética, Coco Chanel proporcionó comodidad a las mujeres, les insufló confianza y les ayudó a construir un sentido de identidad que sentó las bases de su emancipación. «Puedes ser hermosa a los treinta, encantadora a los cuarenta e irresistible por el resto de tu vida», proclamó desde su trono de dama de la moda intemporal. «La belleza comienza en el instante en que decides ser tú misma», predicó. Aunque entabló varias relaciones sentimentales, entre ellas con el duque de Westminster, quien le pidió matrimonio, se mantuvo libre porque «nunca quise pesar sobre un hombre más que un pájaro». Murió en 1971, a los 87 años, en el Hotel Ritz, su casa desde hacía tres décadas.
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