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antton iparraguirre
Lunes, 24 de agosto 2015, 17:03
En 1856 hubo un cambió que revolucionó el Cuerpo de Miqueletes. Se atribuyó a los agentes forales el cometido de recaudadores de los arbitrios provinciales, y más adelante la recaudación de los portazgos establecidos en los caminos propiedad de la Provincia, que hasta entonces se subastaban en remate público. Para ello tuvieron competencias para la persecución del contrabando, bien mediante la vigilancia de pasos de montaña con Navarra (Arritxulegi, Uli, Sarasamendi, Zarate), Álava (San Adrián, San Juan de Artía, Oñati-Arantzazu); puestos fronterizos con Francia (Behobia), Navarra (Endarlatza, Pagoaga, Urto, Illarrazu, Lizarrusti, Etxegarate, Otzaurte), Álava (Santa Agueda y Arlaban) o Bizkaia (Saturraran, Urkarregi, Elgeta, Kanpanzar y Olarreaga); fielatos (de Irun, Tolosa, Zumarraga y San Sebastián) y portazgos (Illarrazu -en Lizarza-, entre otros).
Estas labores contribuyeron a que los mikeletes se hicieran populares en todo el territorio, para bien o para mal, según los casos. En tiempos de penuria económica el pago de impuestos era una carga para muchas familias y el estraperlo una salida para sobrevivir. Los agentes forales registraban tanto a los individuos llegados a pie, caballo o carro, que entraban a Gipuzkoa desde las provincias limítrofes, como a los carruajes. Todos debían 'declarar' lo que llevaban. Como la aduana de un aeropuerto, hoy en día.
Pero no fue fácil para los mikeletes llevar a cabo esta labor de recaudación de arbitrios y persecución del contrabando entre los siglos XIX y principios del XX. Apenas contaban con cuarteles y destacamentos, ni siquiera viviendas en las que pudieran vivir los agentes en comunidad, lo que hacía que muchos de ellos se tuvieran que alojar en casas particulares o en calidad de huéspedes o pensionistas.
Las principales casas de mikeletes donde se cobraban los tributos y se controlaban las mercancías que entraban en Gipuzkoa desde las provincias vecinas estaban en la Calzada de San Adrián desde Álava y en los pasos fronterizos con Navarra, en Lizarrusti y en la carretera del Araxes. El primero es actualmente un refugio de montaña, el segundo ha sido reconvertido en centro de interpretación del Parque natural de Aralar y el tercero es una casa rural.
Prueba de la importancia que otorga la Diputación a este cuerpo en su cada vez más compleja maquinaria administrativa, en 1896 tiene también a su cargo el servicio de la Caja de Ahorros Provincial de Guipúzcoa, en las 32 sucursales que tenía la entidad en otros tantos pueblos. En esas oficinas se recibían las cuotas que querían entregar los imponentes y se verificaba también el pago de los reintegros solicitados por los mismos. Esto facilitaba que los habitantes de los pueblos no tuvieran que desplazarse hasta San Sebastián para realizar estas transacciones. Antes todo era en papel, a mano y en mano. La informática era ciencia ficción. Esta labor se realizó hasta 1967, año en que se suprimió el Cuerpo de Recaudadores de Arbitrios provinciales de consumo.
Gracias a las múltiples y crecientes labores que realizaban, los mikeletes han perdurado en la memoria popular de los guipuzcoanos hasta nuestros días. Suponen algo más que un motivo para disfrazarse en carnavales. Constituyen uno de los referentes principales de lo que es el foralismo y han contribuido a la cultura del territorio. Han sido fuente de inspiración, por ejemplo, para personajes como el pastor y bertsolari Fernando Bengoetxea, Pernando amezketarra, y escritores como Pío Baroja.
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