MARÍA JOSÉ CARRERO
Domingo, 8 de noviembre 2015, 09:53
Si es verdad que también se sonríe con los ojos, la inmensa mayoría de los protagonistas de este artículo han perdido esa capacidad. No la han perdido. Se la han quitado. Las miradas que Mikel, Joseba, José Luis y Alazne nos regalan para esta información son de tristeza. No ven por uno de sus ojos por la posible toxicidad de un producto -perfluoroctano- aplicado para fijar las retinas desprendidas. La sustancia no está en cuestión. Los oftalmólogos la consideran fundamental en este tipo de cirugías, pero ellos son víctimas de una fatalidad. «¿Por qué me ha tocado a mí? «¿Por qué nos han hecho esto?», se preguntan.
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El perfluoroctano de la marca Ala Octa, del laboratorio alemán Ala Medics, que les inyectaron no estaba supuestamente en buen estado, así que les ha atrofiado el nervio óptico y necrosado la retina. El daño se produjo de forma inmediata e irreversible. Les quemó el ojo al instante y para siempre. El Departamento Vasco de Salud tiene hasta ahora registrados trece casos en Euskadi. Los cuatro de una clínica privada de San Sebastián fueron en octubre de 2014 y marzo de este año, mientras que los ocho del Hospital Universitario Donostia y el único de Cruces ocurrieron en junio pasado. Estos trece pacientes son la punta de lanza de las decenas -en círculos médicos se habla de más de un centenar- de afectados en toda España.
Según los mismos medios, el lote o lotes de la sustancia defectuosa se distribuyó por 38 centros sanitarios, públicos y privados, de todas las comunidades, salvo en Galicia y Murcia. Hasta el momento solo la Sanidad vasca ha reconocido lo ocurrido. Asimismo, los médicos de esta comunidad, algunos de los cuales también trabajan en la clínica privada donostiarra, están informando a sus pacientes del motivo por el que ya no ven. En el resto del país, impera el silencio. La Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) ordenó el pasado 26 de junio retirar el producto y lleva cuatro meses investigando, pero sin ofrecer explicaciones a los afectados o a sus representantes legales. Mientras tanto, las reclamaciones empiezan a acumularse en los despachos de los servicios de salud y de los abogados, como en el bufete bilbaíno Gómez Menchaca, especializado en Derecho Sanitario y que tramita reclamaciones de toda España, o en el de la guipuzcoana Ana Olazabal. «Hay un falta total de transparencia», coinciden en decir.
Mikel González Etxepare 44 años
«¿Quién se va a hacer cargo de lo que me han hecho?»
Mikel fue el primer afectado en hacer público su problema. La divulgación de su caso en este periódico provocó que otros pacientes siguieran sus pasos. Dos semanas después, este errenteriarra quiere respuestas a preguntas como «¿por qué me ha tenido que tocar a mí?» o «¿quién va a hacerse cargo?». El 2 de junio le aplicaron, en el Hospital Universitario Donostia, el letal perfluoroctano que ha dejado sin funcionalidad su ojo izquierdo. Ha vuelto a su trabajo en el Registro de la Propiedad de San Sebastián. «Aún estoy en fase de adaptación porque no es lo mismo trabajar con dos ojos que con uno. Mi único deseo es que lo ocurrido se aclare y que alguien asuma lo que me ha pasado. Osakidetza nos dice que ha abierto expedientes con las reclamaciones... pero otra cosa es que vaya a hacerse cargo. ¿Quién va a responsabilizarse de que yo no vea por mi ojo izquierdo?». Nadie contesta.
José Luis Azurmendi 79 años
«Además de no ver, al aita le duele el ojo operado»
El 1 de junio, este vecino de Ordizia, de 79 años, fue intervenido en el Hospital Donostia de un desprendimiento de retina en el ojo izquierdo, pero hubo que reoperar el día 15 de ese mismo mes. «Estuvo cuatro días ingresado y le hicieron multitud de pruebas. El día 19 le dieron el alta sin ver nada y con muchos picores», cuenta su hijo José Luis. «El 1 de septiembre tenía una cita programada y el médico nos comenta en ese momento que existe la sospecha de que el daño está provocado por el perfluoroctano del laboratorio alemán. Y nos anima a presentar una queja en Atención del Paciente. La verdad, en Osakidetza nos han tratado muy bien». Al igual que Mikel, los hijos de José Luis han formulado ya una reclamación administrativa a través de abogados porque «el daño que sufre el aita es irreversible. Además de no ver por ese ojo, le duele. Caminaba 15 kilómetros al día, iba a l monte, iba a coger setas, cazaba... Le ha cambiado la vida. Está muy afectado».
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Joseba Imaz 25 años
«Han jugado con nosotros. ¿No hay control?»
El 27 de octubre de 2014 este joven donostiarra y residente en Pamplona perdió la visión del ojo derecho tras operarse, por segunda vez, de un desprendimiento de retina en una clínica privada de San Sebastián. Por lo tanto, a día de hoy, su caso es el primero registrado en el País Vasco. A esta cirugía se sumaron otras tres más, la última en febrero pasado en el Hospital Donostia. Todas las intervenciones las ha realizado el mismo médico. «Al principio no sabía qué decirme. En julio me dijo que podía ser por el perfluoroctano utilizado en la segunda operación, que este tema estaba ya saliendo en congresos de oftalmología». Profesor de apoyo en una ikastola de Villabona, Joseba pone a los niños «al lado izquierdo para verlos». Está dispuesto a pelear porque la vida le ha cambiado. «Me aterra darme un golpe y perder el otro ojo; así que antes escalaba y ahora no puedo; esquiaba y ya no; cazaba y tampoco». Es animoso, pero quiere respuestas. «¿Por qué nos han hecho esto? Por qué han jugado con nosotros? El producto dicen que es alemán ¿y por eso no pasa controles de calidad aquí?». Faltan las respuestas.
Alazne Aldalur 32 años
«Desde febrero he vivido un verdadero calvario»
Alazne es de sonrisa fácil, menos si habla del calvario que está viviendo desde febrero pasado, que es cuando se sometió a una cirugía de desprendimiento de retina en una clínica privada de San Sebastián. Sin embargo, ha sido esta misma semana cuando el oftalmólogo que le intervino le ha comunicado que es una afectada más del perfluoroctano, supuestamente tóxico, que le aplicaron en la segunda operación, el 2 de marzo. «El propio médico me ha citado hoy en su consulta para decirme que sí, que yo también soy una afectada», relataba el miércoles a este periódico. «Y me ha dicho que reclame», añadía. Trabajadora «de buzo» en la empresa de autocares Irizar, esta joven de Ormaiztegi no oculta su «cabreo» por la pérdida de su ojo derecho. «He vivido un calvario, he llorado mucho, pero hace quince días que he vuelto a trabajar. ¡No me queda otra!», dice con indignación.
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José Elices 58 años
«Doy tropezones porque no controlo las distancias»
Escayolista, este vecino de Errenteria tiene con unos socios una pequeña empresa de decoración. Ahora le toca reconvertiste. «Pero si yo veía de maravilla, leía sin gafas. ¿Por qué me ha tocado esto a mí?», se pregunta. El 15 de junio se operó de desprendimiento de retina en el ojo izquierdo en el Hospital Donostia. No ha vuelto a ver. «El 9 de julio ya me dieron el informe, me dijeron que me habían aplicado un producto que me había dejado ciego». Con la incapacidad permanente total ya concedida se plantea «reciclarse para trabajar media jornada porque hay compromisos que cumplir. De escayolista no. Es imposible». ¿Y lo demás? «No controlo las distancias. Doy tropezones... Yo que era un cicloturista de primera... Mis amigos me arropan, pero nada es lo mismo».
Conchi Navajas 70 años
«En Barcelona nos han dicho que ese producto es malo»
Conchi Navajas no quiere, de momento, volver a su casa de Usurbil. En un pueblo de Andalucía se recupera del shock que sufre tras perder la visión del ojo derecho. Es su hija, Arantxa García, quien desde Barcelona cuenta su caso. «A mi ama le operaron el 2 de junio de desprendimiento de retina en el Hospital Donostia. Desde el primer momento no veía. El 24 de agosto nos confirmaron que era por un producto defectuoso y que había más afectados y que el daño era irreversible. Como yo vivo en Barcelona, consultamos a una clínica privada de aquí. Y nos dijeron lo mismo, pero nos comentaron que ellos no utilizan esa 'silicona' alemana porque es mala, que usan una de marca italiana, que es más cara. A mi ama le da miedo salir a la calle, que la vean torpe. ¡Claro que vamos a pleitear!».
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Igor Boo 26 años
«Dicen que mi hermano no es afectado ¡y no ve!»
La historia de Igor Boo Lerones, un joven de 26 años de Azpeitia, es complicada por partida doble. Le operaron el fatídico 2 de junio en el Hospital Donostia después de intervenir a Mikel González y antes de que entrara en quirófano Conchi Navajas. Como a ellos, le aplicaron el perfluoroctano Ala Octa y, como ellos, ha perdido la visión del ojo operado; en este caso, el izquierdo. Pero, a diferencia de a ellos, los médicos no reconocen aún a Igor como afectado. «Dicen que no presenta el cuadro clínico del resto ¡y la realidad es que no ve! Si le tapamos el otro ojo, no es capaz de caminar, de salir solo a la calle»», relata con angustia su hermana Irune. ¿Cuál es el problema? Igor es una persona con discapacidad intelectual, tiene síndrome de Down. Esto significa que su capacidad de explicarse con los médicos es totalmente diferente a la de otros afectados. Así es, al menos, como lo percibe su familia. «El oftalmólogo nos dice que le graduemos la vista para renovar las gafas. Hemos ido al optometrista y nos ha dicho que no puede graduarle porque no hay visión. Hemos ido a la ONCE por si hay posibilidad de aprovechar algún resto que le pueda quedar y nos han dicho que no hay visión alguna», añade Irune. Por ello, la pelea de esta familia es lograr que Osakidetza acredite por escrito que el 2 de junio en el Hospital Donostia aplicaron a su hermano el perfluoroctano tóxico: el mismo que pusieron a Mikel y a Conchi.
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