JAVIER GUILLENEA
Martes, 1 de diciembre 2015, 06:41
Como un preludio colorista de la Navidad, edificios oficiales, representantes políticos, transportes públicos y organizaciones diversas esgrimirán hoy lazos rojos para conmemorar el Día Mundial del Sida. Como siempre, se hablará de avances médicos, se ofrecerán estadísticas variadas y una marea de comprensión arropará a los afectados por la enfermedad. Pero la solidaridad suele ser un espejismo que se disuelve con el tiempo y los que hoy son protagonistas mañana dejarán de serlo.
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El miedo tiene muchos nombres y casi todos son conocidos por los portadores del virus de inmunodeficiencia humana (VIH), que han luchado durante años por sobrevivir y por dejar de ser unos apestados sociales. La ciencia ha logrado controlar su enfermedad y proporcionarles una buena calidad de vida, algo impensable en 1981, cuando comenzaron a detectarse los primeros casos de sida y su nombre se convirtió en sinónimo de muerte. Sin embargo, lo que no se ha conseguido es borrar los temores que giran en torno a la enfermedad. Muchas veces es un miedo irracional y por eso es más difícil eliminarlo. Al parecer, ese miedo va a más.
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