La psiquiatra Blanca Morera, en su despacho de San Sebastián.

Blanca Morera: «Que dos médicos comenten un caso en la cafetería es totalmente improcedente»

Uno de los miembros del Comité de Ética Asistencial del Hospital Universitario Donostia explica en qué consiste la confidencialidad en la relación sanitaria

ANE URDANGARIN

Domingo, 13 de diciembre 2015, 10:15

Médicos, enfermeras y técnicos sanitarios medios y superiores manejan a diario información que concierne a la privacidad de los ciudadanos. Unos datos que han de manejarse con el máximo escrúpulo y requieren de una confidencialidad «hacia la que hemos avanzado, pero es algo que aún tenemos que seguir aún trabajando». El Comité de Ética Asistencial del Hospital Universitario Donostia organizó recientemente una jornada específica sobre este tema, impartida por la psiquiatra Blanca Morera, miembro del comité desde hace 13 años.

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- ¿Es difícil inculcar la cultura de la confidencialidad en una sociedad como la actual?

- Es cierto que vivimos en la sociedad de las redes sociales, la de la transparencia y también donde los programas de mayor audiencia son básicamente aquellos que hablan de la vida de otras personas. Esto en el ámbito sanitario es inaceptable, tenemos que tener una cultura totalmente diferente. Pero la gente suele traer la cultura con la que vive a su trabajo, con lo que hay una falta de concienciación, y podemos acabar hablando de casos interesantes en lugares inapropiados.

- ¿Y el secreto profesional?

- La cultura de la confidencialidad, en la medida en que se liga al secreto profesional entre los médicos, está bastante enraizada. Aunque eso no significa que nos manejemos fácilmente con las demandas de la sociedad actual. Y hay aspectos que hay que tener en cuenta, como el hecho de que un médico le pregunte a otro por un conocido, por un familiar... Este tipo de cosas escapan a la corrección. O comentarios de un caso interesante que se hacen en la cafetería o en el ascensor: no tienen ninguna malicia pero son absolutamente improcedentes.

- ¿Y el resto de los profesionales que nos atienden, como celadores, auxiliares o personal administrativo?

- La verdad es que hay que insistir en la formación. Por ejemplo, para concienciar a esa persona a la que se pone en la puerta del ambulatorio a recibir a ciudadanos que pueden ser conocidos y va a tener acceso a sus informes o a información que quizás no sabe manejar.

- ¿La falta de confidencialidad suele ser motivo de queja?

- No de queja, es más frecuente de demanda. Sucedió con Rosario Porto. Su psiquiatra se emocionó cuando un periodista le puso un micrófono y comentó cosas a las que tuvo acceso en un ámbito totalmente confidencial como una consulta, lo cual es una barbaridad. Luego pidió públicamente perdón y ella le perdonó.

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- ¿La información clínica de cada paciente, a la que pueden acceder diferentes profesionales de la sanidad pública desde sus ordenadores, hasta qué punto se almacena de forma segura?

- Podemos estar tranquilos porque la informatización en la red pública de Osakidetza ha ido ganando en niveles de seguridad de tal manera que una persona para acceder al historial de un paciente tiene que tener una relación asistencial con ella. El médico de cabecera accede a los pacientes de su cupo. Luego es cierto que se dan situaciones más complejas, como las suplencias. O en el caso de un hospital, como la red no detecta si voy a tratar a un paciente u otro, puedo acceder a la práctica totalidad de las historias clínicas desde un puesto hospitalario.

- ¿Y podemos controlar si hay accesos impertinentes?

- El uso de las claves está dejando traza y los gestores están empezado a hacer controles de los accesos. De hecho, cualquier ciudadano puede solicitar saber quiénes son las personas que han accedido a su historia clínica, que deberían ser profesionales con los que ha tenido relación directa. Por ejemplo, en 2011, hubo un caso en una comunidad cercana cuando se dio un caso extraordinario, un accidente con fotos muy tremendas que despertaron un gran interés. La familia supo de este interés y lo puso en conocimiento del juzgado. Se comprobó que hubo miles de accesos a esa información desde 55 servicios distintos, algo absolutamente impertinente. El servicio público de salud fue condenado.

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- ¿Y en el día a día no hay casos más comunes de esa falta de respeto a la confidencialidad?

- Cuando un colega enferma antes había mucha costumbre de decir 'es amigo mío' y entrar en la historia clínica, en el diagnóstico... Es algo impertinente y hoy en día se hace seguimiento de traza y estos casos se amonestan. O estoy pensando en un ordenador que tiene la clave de acceso pegada en un postit junto a la pantalla, con lo cual cualquiera puede entrar. Eso no puede ser. Hemos avanzado muchísimo en aspectos de confidencialidad pero tenemos que seguir trabajando. Es un tema en el que la mayor parte de profesionales tiene unas bases muy adecuadas, pero hay que avanzar más y a todos los niveles.

- ¿Qué sucede si a un médico le solicitan un informe con información médica de un paciente?

- Deben saber manejarse, y no es sencillo, cuando les vienen solicitudes de este tipo de empresas externas, juzgados, para una baja o para un carné de conducir... La normativa, por ejemplo, establece que una empresa no puede solicitar un informe, la historia clínica de un trabajador a su médico de familia. Hay dispositivos intermedios, como las mutuas o los inspectores del Instituto Nacional de la Seguridad Social, que están obligados por el mismo secreto profesional y que lógicamente tienen derecho a saber la patología que justifica que en un momento dado una persona esté de baja, una baja que estamos pagando entre todos. Es también una cuestión de justicia y no solo lo que el paciente quiere.

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- ¿Y si se pide un informe y hay aspectos que el paciente considera que solo incumben a su privacidad?

- El médico tiene que saber quién requiere el informe, cuál es su finalidad, que debe ser legítima, y restringir los datos a esa finalidad. Y lo tiene que comentar con el paciente, porque quizá le pide que no incluya algún aspecto y el médico le tendrá que explicar que si no lo incluye seguramente le darán el alta. Luego, hay que calibrar hasta qué punto dar información personal es pertinente. Yo soy psiquiatra, tengo un paciente que ha sufrido varios fallecimientos familiares por los que se ha recrudecido una patología. Entonces, en el informe no tengo que escribir todos esos aspectos personales, ni dar detalles, y menos si conciernen a terceras personas... Siempre digo que hay que manejarse con el criterio de la mínima información necesaria; incluir cuatro cosas fundamentales, que tienen que ser muy técnicas, objetivas, aseguradas, ciertas y poco opinables. Es muy importante el criterio de calidad de la información.

- ¿Y si la petición llega de los juzgados?

- Por eso la formación es tan importante, para ayudar a resolver aspectos que la norma no contempla: ¿si un juez me pide una historia clínica se lo paso? A veces sí, a veces no, depende. La historia clínica solo se entrega si es una prueba en una demanda por negligencia, y en el resto de los casos al juez le es suficiente con un informe relacionado con lo que se está juzgando.

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- He observado que en algunos servicios hospitalarios ya no llaman a viva voz, por su nombre, a los pacientes que aguardan en la sala de espera. Ahora reparten tickets con números. ¿Se trata de preservar el anonimato?

- A uno le ponen una escayola y se la firman todos los amigos, pero si tiene una enfermedad psiquiátrica, una dolencia grave, algo infecto-contagioso... Pueden ser problemas de salud muy privados que no se quieren comentar. Y si eso no se tiene en cuenta la gente puede acabar buscando el ámbito privado para tratarse, como en el caso de la psiquiatría privada, para que quede entre el psiquiatra y tú el mismo hecho de que vas a consulta. En el ámbito público hay que tomar conciencia de estas cosas. O, por ejemplo, si voy a presentar un caso en una sesión clínica, pedirle permiso al paciente para hacerlo. Tenemos que ser conscientes de que la información a la que vamos a acceder no es nuestra.

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- Y antes no lo eran...

- Antes los médicos éramos los gestores de la información: le cuento al paciente lo que necesita saber, lo que creo que debe saber, lo que considero que es necesario que sepa y el resto me lo callo, esa conspiración del silencio entre médicos y familiares con las malas noticias... Pero hay una normativa, hay que reconocer la autonomía del paciente y ser conscientes de que él es el dueño de los datos que le conciernen.

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