SARA UTRERA
Lunes, 22 de febrero 2016, 07:24
Hace 75 años un violento huracán provocó uno de los accidentes ferroviarios más trágicos ocurridos en el País Vasco. Se trata del accidente acaecido en el puente de hierro de Artadi, en Zumaia, donde 22 personas perdieron la vida y otras 54 resultaron heridas de gravedad.
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El fuerte viento que reinaba ese día provocó el descarrilamiento de una unidad ferroviaria y la precipitación de los vagones de pasajeros a las aguas del Urola, mientras que la maquina quedó parada en las vías. Se trataba de un tren de viajeros de la Compañía de los Ferrocarriles Vascongados que salió de Bilbao con destino a San Sebastián.
Manuel Esnal (Orio, 1928), tenía 13 años cuando ocurrió la tragedia pero aún recuerda cada detalle de lo sucedido ese 15 de febrero de 1941. Hacia tres años que se había trasladado junto a su familia a Zumaia, ya que su padre era el capataz de la línea entre Zumaia y Zarautz. «Aún recuerdo perfectamente lo sucedido aquella noche. Vivíamos muy cerca de la estación de tren y mi padre iba y venía cada dos por tres. Estaba intranquilo porque temía que cayese algún árbol en su tramo», recuerda Esnal. Su madre le había ordenado a él y a sus hermanos irse a la cama pero la curiosidad pudo con él. «Avisaron a mi padre de que el tren iba a salir y no quería perdérmelo, subí al ático con un vecino y desde ahí vimos su salida. Esa noche se veía una luna muy grande, quizá era luna llena, pero las nubes la tapaban y estaba todo muy oscuro. Aunque la salida pudimos verla con total claridad, a medida que se movían las nubes», explica.
El tren, que circulaba con casi tres horas de retraso, debía salir de Zumaia a las 20.30 pero no arrancó hasta pasadas las once de la noche. El convoy partió con total normalidad hasta llegar a la mitad del puente de San Miguel de Artadi, sobre el río Urola. Fue entonces cuando un fuerte golpe de viento derribó un árbol sobre la catenaria y la maquina quedó descarrillada y sin fuerza. «En ese momento vimos las chispas que salían del tren, ahí es cuando se apagó todo», recuerda.
El huracán hacía «tambalear a los vagones y arrancaba de cuajo portezuelas del convoy», cuenta Esnal mientras repasa las crónicas que la prensa de entonces realizó sobre el suceso. Aquella madrugada se registraron ráfagas de viento que superaban los 180km/h en la costa guipuzcoana. «Una de las ráfagas derribó toda la estructura. El furgón quedó colgando de la locomotora y los tres primeros coches cayeron al río, mientras que los siguientes quedaron volcados en el terraplén», añaden las crónicas.
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Esnal, que fue jefe de la estación de tren de Zumaia durante veinte años, recuerda cómo era la unidad siniestrada de los Vascongados: «El convoy estaba compuesto por la locomotora y unos diez vagones. La maquina era más pesada, pesaba unas 45 toneladas. Quedó sobre la vía pero descarrilada», explica.
Esa madrugada, una amiga de la familia de Manuel se salvó de subir a ese tren. «Era una maestra del colegio de Artadi. Era de Orio y solía coger el último tren del sábado con otras dos amigas que eran profesoras en Azpeitia. Pero mi madre le pidió que se quedará esa noche en casa, ya que el tren venía con mucho retraso».
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Enseguida comenzó a notarse el movimiento de los vecinos que llegaban para auxiliar a los heridos. «Llegaron soldados desde el antiguo Gran Hotel Amaya -que por aquel entonces funcionaba como hospital-. Entre los vecinos de Zumaia y los soldados se llevaban los cuerpos en camillas por el camino de carros».
El fuerte temporal también causó la interrupción de los servicios telefónicos. Sin embargo, pronto se extendió la noticia, ya que eran muchos los familiares y amigos que esperaban a los pasajeros del tren. Alrededor de las seis de la mañana el Gobierno civil recibió una carta de la Alcaldía de Zumaia donde informaba del accidente e inmediatamente se organizaron los servicios de socorro y asistencia.
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Al lugar acudieron el Gobernador civil, médicos, enfermeras y religiosas de la Cruz Roja, el equipo quirúrgico del capitán Cárdenas, ambulancias de la inspección provincial de Sanidad, militares y municipales de San Sebastián y ómnibus y autobuses particulares, movilizados por el Gobierno civil.
Ahogados en los vagones
El balance de la catástrofe fue de 22 muertos y 54 heridos graves. Según recoge el libro 'Historia de Zumaia' de la cronista Lourdes Odriozola, las labores de rescate fueron muy dificultosas, ya que además de los muertos por traumatismos, muchos perecieron ahogados dentro de los vagones. Aunque la mayoría de los cadáveres fueron recuperados de inmediato, el cuerpo del jefe de tren no apareció hasta el 22 de abril de ese año, en una playa de las Landas.
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El violento huracán causó daños materiales en varias viviendas y empresas de la villa como Astilleros Arrizabalaga, el colegio de Artadi o la parroquia de San Pedro. «Por las calles se podían ver tejas, cristales, trozos de madera... fue tremendo», comenta. 75 años después, el de Zumaia sigue siendo recordado como uno de los accidente ferroviarios más trágicos de la historia del País Vasco.
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