Dorleta Orúe, a bordo del Hespérides.

La donostiarra que estudia el cambio climático en la Antártida

Dorleta Orúe participa en la expedición de 19 oceanógrafos que parte el sábado de Ushuaia a bordo del buque de investigación Hespérides

PAULA DÍAZ

Miércoles, 5 de abril 2017, 16:58

Hace tres años la donostiarra Dorleta Orúe era una apasionada estudiosa de la circulación oceánica a gran escala que aspiraba a una beca para poder realizar su tesis doctoral en el Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona. En la actualidad, ultima los preparativos para ... hacerse a la mar y analizar, 'in situ', esas corrientes marinas. La guipuzcoana forma parte del equipo que embarcará en el buque de investigación oceanográfica Hespérides, que se hará a la mar esta semana dentro del proyecto Va-de-retro. El objetivo es estudiar dos regiones del Océano Atlántico -la corriente del norte de Brasil en el Ecuador, y el encuentro de las corrientes de Brasil y Malvinas- claves para la regulación global oceánica y, por tanto, el estado climático del planeta.

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No es la primera vez que Dorleta participa en campañas de investigación a bordo del Hespérides. A principios de 2015 viajó desde Argentina hasta Brasil, en el marco del proyecto Tic-Moc. De aquella experiencia recuerda con emoción «estar días rodeada de agua sin ver tierra, con las noches sin contaminación lumínica. Es un lujo». Aunque reconoce que las largas jornadas de trabajo se hacen muy duras, y «como toque mala mar se pasa muy mal con el mareo».

A pesar de ello, la investigadora se muestra entusiasmada por volver al barco con Josep Lluis Pelegrí y Antonio García, principales investigadores de este proyecto, y poder seguir estudiando los fenómenos que se dan en esta región oceánica «tan compleja e interesante». Este año embarcará dos veces: esta misma semana y a finales de año.

En esta ocasión, su viaje comenzará también en Argentina, concretamente en Ushuaia, de donde saldrá el próximo sábado para pasar los siguientes veinte días surcando el océano hasta llegar al puerto brasileño de Santos. Será la única gipuzcoana entre los 19 científicos que integran el equipo.

Su tesis doctoral se centra «en los mecanismos de transferencia de calor en el océano», explica, por lo que viajar a esta región -cercana a la desembocadura del Río de la Plata- es clave para su investigación personal, dado que allí se mezclan las aguas frías del Antártico y las cálidas procedentes del Trópico. Ese es el principal objeto de estudio de esta campaña. Sin embargo, la segunda 'aventura' en la que se enrolará a partir de noviembre estará más centrada en el estudio de la corriente norte de Brasil.

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La vida a bordo

La donostiarra reconoce que ya siente los nervios previos al embarque, aunque en esta ocasión son diferentes a la experiencia anterior. «La primera vez estaba mucho más nerviosa que ahora, puesto que no sabía lo que me esperaba, cómo iba a ser la vida a diario, las comidas, cómo lavaríamos la ropa, si me marearía o no...», confiesa.

Esta vez tiene muy claro lo que le espera. El equipo debe aprovechar al máximo el tiempo que tiene disponible en el barco, por lo que las jornadas de trabajo serán largas, a lo que hay que añadir el hecho de que en alta mar a menudo se pierde la noción del tiempo. Son los turnos de comida y cena, que tienen un horario establecido, los que marcan el ritmo esos días que se llegan a hacer interminables. Y parece que al cocinero no se le da nada mal su trabajo... «He de decir que se come muy bien a bordo, lo cual es muy importante porque hace que estemos todos de mejor humor».

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Ese buen humor, recuerda, era una de las mejores cosas del día a día en el buque, ya que las risas y el buen ambiente entre las chicas del laboratorio hacían mucho más llevaderas las horas de trabajo. Según explica, los últimos días son los más tranquilos, puesto que pasan de las largas jornadas sin descanso a no tener apenas trabajo, por lo que tienen tiempo muerto. Es entonces cuando se sienten más las ganas de volver a tierra.

Pero no todo es trabajo, cansancio o aburrimiento. Dorleta relata algunos de esos momentos únicos que ha podido disfrutar a bordo. «Recuerdo en especial una noche que subimos a la cubierta, en la que estaba todo a oscuras y el cielo despejado. Pudimos ver la vía láctea, todo un lujo al que no estamos acostumbradas», relata nostálgica. Además, confiesa que siempre acababan pasándoselo muy bien en esos 'ratos muertos', organizando actividades como torneos de ping pong, sesiones de cine, barbacoas en cubierta una vez por semana o, incluso, clases de salsa. Además de investigar, estos oceanógrafos saben cómo divertirse.

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Así que no es raro que la donostiarra esté ya contando las horas para embarcar, aunque la última vez, según cuenta, los primeros días fueron los peores. «Nada más salir cogimos una tormenta, y al no estar todavía acostumbrada al movimiento del barco, lo pasé bastante mal con mareos, lo que me obligó a pasar el día en cama». Es lo que más parece preocuparle. Allí ya ha comenzado el otoño austral, por lo que intuye que las condiciones podrían ser peores que hace dos años. «Ahora que empiezo a darme cuenta de que nos vamos ya, estoy empezando a estar más nerviosa». Toda una aventura, sea con buena o mala mar.

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