El Parlamento ruso ha aprobado una ley que castiga con penas de hasta quince años de cárcel a quienes difundan informaciones que no obedezcan las directrices de Putin. No se puede hablar de invasión de Ucrania ni de guerra, solo de «operación militar especial», ni ... se pueden publicar noticias sobre actividades del Ejército que ellos consideren falsas. Muchos periodistas extranjeros han abandonado Rusia. Y los rusos siguen allí, condenados a publicar lo que quiera Putin o a acabar entre rejas.
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La periodista rusa Anna Politkóvskaya recorrió Chechenia a partir de 1999 y escribió unas crónicas tan magistrales como espeluznantes sobre el ensañamiento de las tropas de Putin con los civiles indefensos ('Terror en Chechenia'). Entre los episodios de resistencia, heroísmo y belleza, no ocultó la degradación de muchas víctimas: aquellas que al principio se ayudaban para sobrevivir y que tras varios años de guerra se pisaban, se robaban, se vendían, destruidas y desesperadas. Al inicio algunas habían tomado una opción política, otras la contraria y la mayoría ninguna, pero daba igual. Se trataba de aplastar un país sin contemplaciones. Y con impunidad, porque nadie hizo mucho caso. «Nos precipitamos al abismo de la ignorancia. Al periodista que no sea servil con Putin le espera el juicio, la bala, el veneno», escribió Politkóvskaya. Fue acosada, arrestada, envenenada y al fin asesinada en el ascensor de su casa el 7 de octubre de 2006, cumpleaños de Putin.
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