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Estos son los dos mensajes con los que nos bombardean a todas horas: 1) ¡debemos consumir menos!; 2) ¡debemos consumir más!
Pagamos campañas para promover la movilidad sostenible, dejamos que el tren de cercanías se pudra hasta que sus usuarios se hartan de llegar tarde ... y recurren al vehículo privado, y damos ayudas de miles de euros para la compra de un coche. Sí, un coche más moderno, un coche eléctrico -que en sus primeros cien mil kilómetros deja mayor huella de carbono que uno de gasolina-, lo que quieras: otro coche. El Ayuntamiento publica su plan de acción contra el cambio climático, que apuesta por la 'naturalización' (recuperación de espacios excesivamente afectados por la intervención humana, para aumentar la biodiversidad y la absorción de carbono) y por el «urbanismo con criterios climáticos». Luego anuncia un proyecto que pretende zamparse una de las últimas colinas verdes que rodean la ciudad para instalar un parque de olas artificiales a cuatro pasos de la costa. Con la tierra excavada, supongo, rellenarán la bahía de La Concha para crear una montaña artificial y fomentar así el senderismo de pago. Las campañas para reducir, reutilizar y reciclar conviven con las campañas para fomentar las compras navideñas. Vivimos una época maravillosa en la que los ciudadanos acertamos siempre. Si consumimos menos, salvamos el planeta. Si consumimos más, impulsamos la economía. Nunca había sido tan fácil comportarse como un héroe cívico.
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