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A Maria Hinojosa la vida no se lo ha puesto fácil. En 2018, tras acabar el grado de Enfermería en su Bolivia natal, esta mujer de 35 años tomó la que hasta hoy ha sido su decisión más complicada. Dejar atrás todo su pasado y a gran parte de su familia para venirse a Gipuzkoa en busca de un futuro profesional más esperanzador. Pero esa decisión no dependía de ella sola. También de su marido Gari, médico de profesión, e incluso, aunque en menor medida, de Valentina, la hija que tuvieron en común tres años antes. Con la idea de afrontar un nuevo horizonte lleno de oportunidades, hicieron las maletas, cruzaron el charco y aterrizaron en Donostia. Concretamente en el barrio de Amara. «Vinimos con la idea de hacer la especialidad, pero al poco tiempo llegó la pandemia y nos tuvimos que poner a trabajar. Había que ayudar como fuera, no quedaba otra», relata Maria al recordar esos meses tan exigentes en los que se vieron obligados a dar lo mejor de sí en los centros hospitalarios.
«Como nos pasábamos todo el día trabajando y luego existían tantas prohibiciones en el día a día, nos resultó imposible relacionarnos con la gente. Ni en el barrio ni en el colegio en el que matriculamos a nuestra hija pudimos hacer amigos», lamenta. Así que decidieron cambiarse de barrio y mudarse a Intxaurrondo. De esto hace ya dos años. «Inscribimos a Valentina en Intxaurrondo Ikastola y escuchamos hablar por primera vez de Familia Laguna», un programa de acompañamiento familiar intercultural desarrollado en el ámbito educativo y comunitario que pone en contacto y vincula a familias recién llegadas de otros países con familias locales con hijos de la misma edad.
La iniciativa, que nació en Gipuzkoa hace una década, se extenderá a Bizkaia y Álava, tal y como adelantó ayer la consejera de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales, Nerea Melgosa. «Pensamos que era una opción muy interesante para que Valentina pudiera relacionarse con gente euskalduna», añade esta madre, y también «un plan atractivo para nosotros de cara a integrarnos con padres de otros alumnos de su misma clase», explica. Poco a poco, la familia empezaba a encontrar su sitio, a sentirse a gusto en esta otra zona de la capital guipuzcoana. Y nació Bruno, su segundo hijo, que acaba de cumplir un año.
Sin embargo, la vida de estos bolivianos se truncó el pasado 2023 cuando, por desgracia, Gari falleció como consecuencia de una enfermedad. «Fue un momento muy duro. Me quedé sola con mi hija de 9 años y el pequeño recién nacido y fue en ese momento cuando di el paso de inscribirme al programa», asegura Maria mientras trata de que su pequeño no se despierte de la siesta. «Ahí conocí a Ainoa», así, sin hache, «y a su hija Lorea. Ellas, junto con el apoyo del resto de familias que forman parte de este proyecto, «han ayudado a que la mía se integre en Gipuzkoa. Les estaré eternamente agradecidas».
En este tiempo individualista y polarizado que vivimos, el programa Familia Laguna representa exactamente lo contrario: sirve para crear lazos, hacer comunidad, ver a los diferentes como oportunidades, como compañía, y no como enemigos. «Yo llevo 5 años y la de Maria es ya la tercera familia con la que comparto mi vida y mis costumbres», cuenta Ainoa Zapirain, quien reconoce estar «supercontenta y agradecida» de la gran relación forjada con la familia Moya-Hinojosa. «Hemos creado algo mágico».
Esta donostiarra de 50 años considera que para su hija es una experiencia «muy enriquecedora» crecer con los valores de la multiculturalidad, la diversidad, la tolerancia y el respeto a lo 'diferente'. «Maria y yo podremos ser muy distintas en algunas cosas y solo nos conocemos desde hace poco más de un año, pero puedo decir que ya forma parte de mi familia». Tanto es así que se apoyan una a la otra en lo que sea necesario. «Hay días en los que quizá salgo tarde del trabajo y llamo a Maria para que recoja a Lorea al salir de clase. O días en los que ella me dice que tiene al niño dormido y me pregunta si puedo ir yo a por Valentina», relata Ainoa. Lo mismo hacen con las meriendas. Se van turnando.
Al igual que ocurre entre otras familias del colegio, estas dos madres, además de motivar a sus hijas en los estudios, también hacen muchos planes juntas fuera de la escuela. «Este verano apuntamos a las dos a diferentes actividades, pasábamos tardes en la playa... y de vez en cuando hacen pijamadas, se quedan a dormir una en casa de la otra...».
En definitiva, planes de toda la vida que unen para siempre. «Han salido en la misma comparsa en carnavales y han disfrutado muchísimo», subrayan Ainoa y Maria. Esta última se ha apuntado a la escuela de idiomas para aprender euskera y así poder reforzar los conocimientos de Valentina. «Es un idioma precioso y cuanto más sepamos las dos, mejor».
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Miguel Ángel Mata | San Sebastián y Amaia Oficialdegui
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