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uando Álex pasa las páginas del periódico y se ve en varias portadas, dice que algo se le «revuelve por dentro». Ha pasado casi un año desde que el lasarteoriatarra estuvo «a punto de morir» en su viaje a Tailandia y hay días en los que este episodio vuelve a sacudirle. «Fue un infierno y aunque no pienso mucho en aquello y no solemos hablar del tema, hay veces que me viene a la cabeza, sobre todo cuando me meto en la cama. Pero ahora lo veo como una cosa muy lejana, que parece que ha ocurrido hace años y resulta que han pasado meses».
Su historia puso en vilo a un país entero. Fue el 25 de febrero cuando, aquejado por un fuerte dolor de estómago mientras estaba de viaje en Tailandia con su pareja Usoa Martínez, tuvo que ingresar en el hospital por una pancreatitis aguda. Entonces comenzó un camino de complicaciones médicas, facturas estratosféricas y varios intentos de repatriación que afortunadamente acabaron con final feliz.
Después de aquel «infierno», dice que ahora ve la vida «de otra manera». «Me ha cambiado completamente. Das valor a lo que hay que darle. Antes era trabajo y trabajo, pero la familia es lo principal y lo que me da fuerzas. Disfruto más de los niños –los pequeños Elaia y Liam– y de las cosas que me gustan. Como aún no puedo reincorporarme al trabajo, me doy mi paseíto, voy a buscar a los niños al cole... También he aprendido que no merece la pena discutir por tonterías, que no sabes cuándo es tu momento y que hay que disfrutar de la vida», afirma Álex, sentado en el sofá de casa. Su musculatura le recuerda que aún no está al 100% pero al menos ha recuperado parte de los 30 kilos que perdió durante el tiempo de hospitalización, con dos ingresos en la UCI de por medio que hicieron mella de forma visible en su estado físico.
A veces los ánimos flojean. «Hay días que soy optimista, por regla general lo soy, pero hay otros que no, que tengo mis bajones, porque no estoy todavía bien del todo... Depende cómo lo mires puedes pensar que ha sido una mierda de año, pero también pienso que he vuelto a nacer», resume.
Su estado llegó a ser muy crítico, «la última semana estuve muy muy mal, no me conseguían bajar la fiebre, fue horroroso, pensé que me iba a morir ahí», afirma sin paños calientes.
Todo empezó a los pocos días de llegar a Tailandia, cuando se sintió indispuesto con unos dolores muy fuertes de estómago. Su estado empeoró y tuvo que ser trasladado de urgencia a la capital, Bangkok, tras ser diagnosticado de pancreatitis aguda. Los días pasaban y el estado de salud de Álex empeoraba. Mientras, los gastos sanitarios corrían a semejante velocidad que esta pareja lanzó un mensaje de auxilio. Necesitaban traerle de vuelta a casa. Sus allegados intentaron reunir dinero a través de un crowdfunding, la ciudadanía se volcó y consiguieron más de 100.000 euros. Aún así, «nos hemos dejado otros 100.000 euros» entre los gastos médicos. Tras agotarse la cobertura médica del seguro de viaje que tenían contratado, esta familia tuvo que hacer frente a un coste hospitalario de 5.000 euros diarios que, sumados a los 221.000 euros destinados a la segunda de las repatriaciones frustradas (el 12 de abril), alcanzaron más de 260.000 euros. En la primera ocasión fue el piloto de un vuelo comercial el que antes de despegar obligó a bajar del avión a Álex y al médico que le acompañaba, quienes se disponían a regresar dentro de un proceso de repatriación organizado por la compañía con la que Álex y Usoa tenían contratado el seguro de viaje. La segunda vez el vuelo iba a producirse en un avión privado que la familia había contratado. De nuevo ya en el aeropuerto, los responsables del traslado lo rechazaron a última hora argumentando que el estado del paciente era peor que el que decía el informe médico que sirvió de base para preparar el operativo. «Dos veces intenté subir en un avión y no pude. Es una frustración tremenda. La primera sí que me llevé palo, pero la segunda fue un golpe duro».
A pesar de que Álex tiene recuerdos «nublados» del tiempo de ingreso en el país asiático, «lo peor de aquella experiencia fue lo mal que lo pasé intubado en la UCI, estando consciente además. Las limpiezas del tubo eran horrorosas, el dolor era insufrible, y llegó un punto que dije a mi familia 'firmo lo que haga falta pero que me quiten esto, que yo ya no puedo'. Quería volver a casa como fuera», rememora.
Tras varios intentos de traslado, a la tercera fue la vencida. Álex tocaba tierra firme el 21 de abril, tras un complejo operativo en el avión militar medicalizado de la Unidad Médica de Aeroevacuación (UMAER) del Ejército del Aire y del Espacio compuesto por 11 personas, entre anestesistas, intensivistas, enfermeros de cuidados críticos y técnicos sanitarios en aeroevacuación. «Suelo hablar con Pilar a menudo, me pregunta qué tal voy, me suele dar consejos para mi recuperación», dice espontáneo Álex, refiriéndose a Pilar Salvador, la teniente coronel médico que estuvo al frente de la operación. «De hecho, empecé a hacer deporte y me aconsejó parar hasta que no estuviera bien del todo». También mantienen una fluida comunicación con la propia ministra de Defensa, Margarita Robles, que «suele hablar con Usoa para preguntar cómo estoy».
La portada del 20 de abril de este periódico le recuerda cómo fue el operativo de vuelta a casa. Su hijo pequeño también observa con atención. «¡Mira en qué avión me trajeron!», le dice.
El avión militar medicalizado partió la víspera desde la base aérea de Torrejón de Ardoz para repatriar a este vecino de Lasarte-Oria en una de las operaciones «más complicadas y difíciles», tal y como señaló la ministra Margarita Robles. Su familia esperaba ansiosa su regreso. Era cuestión de horas. «Fueron muchos nervios», expresa esta pareja.
Una vez subieron a Álex al avión –la parte más delicada debido a su grave estado de salud– aterrizaba en el aeropuerto de Loiu quince horas después dejando atrás «un infierno». Es así como lo recuerda.
Una ambulancia a pie de pista le trasladó hasta el Hospital de Cruces, ante una gran expectación de los medios de comunicación, donde permaneció hasta recibir el alta el pasado 24 de junio. La recuperación sería «larga». Álex afirma que «aunque voy mejor, todavía no puedo hacer esfuerzos físicos. Me comentaron los médicos que igual tendría que pasar un año hasta estar en forma. Y sigo con pruebas. Me han operado de la vesícula porque me estaba dando problemas, tenía dolor y me la quitaron;hace dos meses también se me abrió la fístula del páncreas... Suelo tener alguna molestia, pero por regla general, todo bien», resume queriendo quitarle hierro.
Tiene claro su deseo para 2025:«Salud. Es lo único que importa. Y poder disfrutarlo con la familia». De momento «no pienso viajar, como mucho Madrid o Barcelona», aunque no se cierra puertas «para más adelante».
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