alzheimer: los retos del reto
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Frank Fiamingo comenzó con olvidos leves y fue diagnosticado de alzhéimer un par de años más tarde, cuando se demostró el depósito de amiloide en su cerebro. Gracias a este diagnóstico precoz participó en un ensayo clínico con un medicamento potencialmente preventivo. Y, lo más ... importante, se concienció de su futuro y decidió designar a una persona de su confianza para que tomara las decisiones financieras y legales por él cuando perdiera esas facultades. Inicialmente Frank pensó delegar esa responsabilidad en su hija Danielle que ya conocía la situación, pero prefirió retrasar esa conversación por su reciente maternidad. Mientras tanto, Danielle solicitó a su neurólogo la realización de la misma prueba para conocer si ya había amiloide en su cerebro y probar algún fármaco protector experimental.
Al hilo de esta historia, la revista Nature se hace eco de los retos del alzhéimer, cuyo Día Mundial se conmemora el próximo viernes. Es la quinta causa de muerte y roba muchos años de independencia a los 50 millones de afectados y a sus familias (en 20 años serán 100 por el envejecimiento de la población). El mayor reto científico y médico es el descubrimiento de un tratamiento curativo o preventivo. Hoy solo existen fármacos y terapias cognitivas que alivian los síntomas. Hay varias razones: desconocimiento de la causa (genética, infecciones, microbioma, envejecimiento, inflamación), modelos animales imperfectos (en ellos funciona todo lo que luego fracasa) o retraso en el diagnóstico.
Hay también desafíos éticos. Algunos tienen que ver con el estigma personal y social que pesa como una losa. Los ciudadanos tenemos mucho que aportar en este punto. Otros se relacionan con la dirección que está tomando la terapia, desde el reposicionamiento de viejos fármacos o la implantación de estimuladores cerebrales. La esperanza se deposita en la actuación temprana, pues algunos medicamentos podrían fracasar por administrarse tarde. Desde hace años se sabe que los cambios típicos de la enfermedad, que consisten en el depósito de dos proteínas anómalas llamadas amiloide y tau en el cerebro, comienzan décadas antes de la aparición de olvidos y otros síntomas. Hoy es posible detectar estos depósitos, lo cual sirve para certificar el diagnóstico de alzhéimer en alguien que ya sufre olvidos y para dar luz verde a su participación en un ensayo. Es el caso de Frank y el de miles de afectados incluidos en ensayos clínicos aquí y en todo el mundo. Gracias a ellos avanza el conocimiento.
Danielle plantea una duda ética puesto que la detección de amiloide no predice con total certeza si una persona sin síntomas va a sufrir alzhéimer en el futuro (ni cuándo ocurrirá el hipotético desenlace). De hecho, un 30% de la población tiene acúmulos de amiloide y, sin embargo, solo un 5% desarrolla alzhéimer. Lo que nadie duda, y Nature lo destaca, es la importancia de cuidar el cerebro para alejar el fantasma del alzhéimer. ¿Cómo? Evitando los ictus, los tóxicos cerebrales y el estrés, cuidando la alimentación y el sueño y realizando una actividad intelectual, física y social constantes. Cuanto antes se ponga a ello, mejor. Es la prevención primaria que no perjudica a nadie.
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