Dice Fredi López, patrón de la canoa, que nos bañemos sin miedo en la ciénaga: «Acá los caimanes no son atrevidos». Veo a los pescadores metidos hasta el pecho, a tres niños que chapotean entre risas, así que me animo a nadar en las aguas ... color caramelo, entre islotes de plantas flotantes de las que despegan garzas, garcetas y cormoranes. Cuando subo a la canoa, Fredi termina la explicación: «El caimán como mucho muerde pero no mata. En el río un cocodrilo se llevó a un señor, pero es la única vez en treinta años que yo vi un cocodrilo».

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En la llanura infinita de Mompox, las crecidas del río Magdalena rellenan las ciénagas y sumergen los poblados de esta gente anfibia: las casitas tienen un segundo piso en el que se instalan durante los meses de inundación. «Si el agua sube de noche, usted se encuentra con una culebrilla en la cama y le tiene que pedir permiso para dormir», se ríe Fredi. Maneja especies según los ciclos: o pesca mojarras; o cría marranos y gallinas; o pasea turistas.

Y espera más visitas. El narco Pablo Escobar tuvo el capricho de traerse cuatro hipopótamos a su finca, se escaparon y ya son 170 en el río Magdalena. Si llegan a las ciénagas de Mompox, destruirán su ecosistema. El Gobierno colombiano no se atreve a cazarlos por la oposición de grupos animalistas. Y se han convertido en negocio: la antigua finca de Escobar recibe a oleadas de turistas que llegan a ver hipopótamos. El precio ya lo pagarán los hijos de Fredi dentro de unos años.

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