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Unos pocos soldados italianos, aferrados a la cresta del monte Pasubio, frenaban el avance austrohúngaro. Cada vez que una expedición intentaba llevarles comida, agua, armas y municiones a lomos de mulos, los austrohúngaros la bombardeaban. Así que los italianos excavaron un camino alucinante en las ... paredes verticales del Pasubio, a resguardo de la artillería enemiga: abrieron 52 galerías en la roca calcárea y tallaron repisas en los abismos, en una ruta de 6,5 km que alterna la claustrofobia con el vértigo. La trazaron de una anchura suficiente para que se cruzaran dos mulos con alforjas, uno de subida y otro de bajada, suficiente para que un siglo después caminemos en fila india los diez escritores y cuarenta lectores que participamos en el festival literario Geografie sul Pasubio: un festival itinerante que durante cuatro días recorre este macizo trentino, con caminatas mañaneras y charlas vespertinas en los refugios, para hablar de fronteras, guerras, montañas y mezclas de culturas. Me llamó la atención que invitaran a periodistas, cronistas viajeros, historiadores y filósofos, que no hubiera sitio para la pujante literatura del yo, pero enseguida me di cuenta de que el sendero de las 52 galerías es ideal para diezmar las tropas del narcisismo: ojo con los selfis, avisan los carteles, porque de vez en cuando alguien posa, sonríe, da un paso atrás para encuadrarse y se despeña. Esos avisos alpinos son piezas estupendas de crítica literaria.
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