En la playa de los Náufragos de Torrevieja, un arenal casi blanco, el mar deposita a veces piedras negras. Son bloques de basalto, un material volcánico que no existe en la zona, y resulta que proceden de Escandinavia: barcos noruegos y suecos iban a por ... la sal de Torrevieja, traían las bodegas cargadas de piedras para navegar con seguridad y en esta playa alicantina las arrojaban por la borda. En muchas calas del Mediterráneo abundan las piedras ajenas, piedras nómadas, lastres que las embarcaciones fenicias, griegas, púnicas, romanas o árabes movían de aquí para allá. El planeta va cocinando sus materiales durante millones de años, crea armonías oceánicas y continentales, aparecemos los humanos y en un pestañeo geológico lo desbarajustamos todo. Si existe un Creador maniático del orden, debe de estar desquiciado con estos mamíferos que no sabemos estarnos quietos, que tenemos que ir a todas partes, tocarlo todo, conocerlo todo, mezclarlo todo. Le tengo cariño a la especie humana, tan épica y tan ridícula como la de las hormigas, tan insignificante y tan grandiosa, con el despliegue incansable de su curiosidad.

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El arqueólogo Sergio Escribano examinó un montón de cerámicas en las costas canadienses donde se instalaban los balleneros vascos hace cinco siglos: fragmentos de jarras, ollas, vasijas y platos elaborados con arcilla de la Llanada alavesa. Esta tierra húmeda que piso en Egileta tomó forma de jarra y acabó en una playa de Terranova.

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