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Alfonsina Strada ganó una carrera contra los chicos de Bolonia y le dieron como premio un cerdito vivo, todo un tesoro para una familia campesina de 1905, pero le supuso un problema porque en casa había dicho que salía en bici para ir a misa. ... A partir de los 16 años se buscó la vida en las pistas de Turín y Milán, batió el récord de la hora femenino y ganó contratos para competir en Rusia. Mientras crecían el Tour y el Giro, las ciclistas solo tenían dos espacios para destacar: los velódromos, donde las programaban como un show picante, ¡mujeres con las piernas a la vista!, entre burlas y aullidos del público; y los circos, donde Strada saltaba en bici desde un trampolín o pedaleaba a toda velocidad dentro de un anillo de madera sostenido en el aire.
Hablamos de Strada porque hace cien años se convirtió en la única mujer que corrió el Giro de Italia. En 1924 las figuras del ciclismo boicotearon la carrera y por eso los organizadores permitieron la participación de una ciclista como atracción pintoresca. Los diarios le dedicaban canciones satíricas («si Alfonsina pincha, iremos corriendo a taparle el agujero»: nivelazo), pero ella terminó la prueba, fuera de la clasificación como otros corredores repescados, y se ganó el respeto de periodistas, espectadores y ciclistas. Las mujeres se van incorporando al ciclismo con un siglo de retraso, después de superar, como Strada, un obstáculo peor que los Apeninos o los Alpes: el desprecio de demasiados hombres.
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