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Carmen Remírez
Viernes, 1 de marzo 2024, 10:04
Una sencilla estela al pie del collado de Arrakogoiti, en Belagua, rememora a las tres víctimas que hace justo 40 años perdieron la vida por culpa de un alud. Imanol García, Yon Hierro y Alberto Rica, «buscando la libertad, hallaron la eternidad» se lee en el monolito. Son los nombres de los tres jóvenes montañeros donostiarras que quedaron sepultados por la lengua de nieve. Marchaban en dirección a Lakartxela junto a otros cuatro amigos montañeros, también de San Sebastián, cuando la rotura de una cornisa provocó un fuerte alud que arrastró al grupo atravesando un bosque hasta fondo del barranco.
Dos de los integrantes del grupo consiguieron salir ilesos (solamente con magulladuras), uno de ellos por su propio pie, y el otro (sepultado en la nieve durante más de cuatro horas), con la intervención de vecinos de Isaba, efectivos de la Guardia Civil, del Ejército, miembros de la Cruz Roja y de Bomberos, en una acción que se prolongó hasta primera hora de la noche con unas condiciones totalmente adversas. Uno de los fallecidos, además, fue inicialmente dado por desaparecido, ya que las labores de localización de su cuerpo se prolongaron hasta el día siguiente.
En medio de la tragedia, emerge con fuerza la comunión de todas las personas que lo dejaron todo para entregarse a un laborioso rescate, en medio de la ventisca, para tratar de dar cuanto antes con los heridos. «Oíamos gritos de dolor», relataban con gran crudeza los heridos en la crónica que recogía el suceso, portada del ejemplar de Diario de Navarra del domingo 4 de marzo de 1984. El Diario Vasco también se hizo eco del suceso en su primera página. Uno de los supervivientes, José Luis García Balda y cuya madre era natural de Lumbier, pudo liberarse de la nieve y así logró dirigirse hacia la venta de Juan Pito en busca de ayuda. En el trayecto, una hora después de haber dejado al grupo, fue visto por los empleados de un quitanieves, a los que relató lo ocurrido. Poco después se sumaban en su ayuda un nutrido grupo de militares que se disponían a comer en el refugio tras una marcha. Sin probar bocado, lo dejaron todo para echar una mano junto a guardias civiles, personal de Cruz Roja y de bomberos, así como vecinos de Isaba. Rescataron a dos de los fallecidos y a los heridos, y volvieron al día siguiente para desenterrar el cuerpo de la tercera víctima, sepultado 5 metros bajo la nieve.
La experiencia caló hondo en supervivientes e integrantes del aquel improvisado dispositivo de rescate. Varios de ellos han mantenido el contacto a lo largo de los años y, con motivo de la efeméride, habían planeado reunirse este fin de semana en Belagua. La idea era marchar hasta la estela de Arrakogoiti y recordar a las víctimas. Sin embargo, la importante nevada que se ha registrado esta semana en la zona y la previsión de inestabilidad que continúa hasta el domingo desaconsejan el evento montañero, que se celebrará en Pamplona de forma más íntima.
Entre los recuerdos de aquel día, cómo se iba apagando la luz del día y, por tanto, se escurría la posibilidad de hallar al séptimo joven bajo la nieve. «Las condiciones eran muy adversas. Se hizo de noche enseguida», rememoraba uno de los participantes. Iñaki Tina es uno de los montañeros supervivientes. Con gran emoción, reconocía para este reportaje el «agradecimiento eterno al pueblo de Isaba y al resto de personas que nos ayudaron». En la incertidumbre que sin duda acompaña a aquellos recuerdos, Tina cree que fue un vecino de Isaba quien precisamente lo sacó de la nieve (quedó con todo su cuerpo atrapado). También recuerda el café con leche caliente que alguien le preparó al llegar al pueblo, así como el alojamiento que los vecinos les brindaron.
Los siete montañeros eran de San Sebastián, compañeros de estudios, y aficionados a la montaña. Aprovechando el parón de clases por los carnavales, tenían pensando permanecer en Belagua varios días. Habían llegado en autobús de La Roncalesa a Isaba. Ya en Belagua se instalaron en una borda pertenenciente al colegio de La Salle, donde casi todos habían cursado sus estudios de Bachillerato y de COU. A Belagua ya habían acudido en ocasiones anteriores y conocían cimas como Lakartxela, Lakora o la Mesa de los Tres Reyes. Algunos de ellos habían estado también en el Naranjo de Bulnes y en los Alpes (Mont Blanc).
A primera hora de la mañana del sábado 3 de marzo habían dejado la borda arreglada, cogido sus equipos de montaña y unas provisiones de conserva (pan, latas de conserva, queso o chorizo) y se echaron al monte con la intención de regresar sobre las 19 horas. Un octavo integrante tenía pensado sumarse al plan un día más tarde, tras haber realizado un examen.
Así, a las 9.30 horas, tras desestimar la vía del Lakora debido al mal tiempo, optaron por caminar desde la cabaña hacia Lakartxela. Había mucha nieve y también niebla. A su paso por el collado de Arrakogoiti, a unos 6 kilómetros de Isaba, se produjo el rompimiento de una cornisa y cayó un alud sobre todos ellos, arrastrándoles a una profundidad de 100 metros.
Cuando se produjo el alud, los siete montañeros circulaban a pocos metros de distancia unos de otros y, al parecer, todos ellos se dieron cuenta del movimiento y del estruendo que causaba la nieve. «La vimos encima de repente», señalaban José Luis García e Iñaki Tina. «No pudimos evitarla. Nos arrastraba a gran velocidad y nos iba sepultando. Intentábamos mantenernos de pie sin que nos cubriera, haciendo giros con el cuerpo para liberar la cabeza. No había manera, nos tiraba al suelo y chocábamos con árboles, con piedras. Oíamos los gritos de los demás. ¿Quién dice que no se piensa en nada en un momento así?Se piensa en salvarse. Como sea, pero en salvarse».
El alud arrastró los cuerpos de los siete jóvenes hasta una profundidad de unos 100 metros. José Luis García Balda consiguió quitarse la nieve de encima y fue en busca de ayuda.
Iñaki Tina se encontraba totalmente enterrado por la nieve y solamente su cabeza quedaba libre. Sin posibilidad de movimiento, no veía a nadie y solamente oía los gemidos de sus compañeros. «Estaba clavado en el suelo, totalmente sepultado. la nieve me cubría todo el cuerpo, menos la cara. Tenía los brazos en cruz y no podía moverlos, Nadie venía a auxiliarme y comprendí que otros compañeros debían estar peor que yo. Gritaba e intentaba salir pero no podía. En lo poco que podía, intentaba mover el cuerpo para no congelarme». Sobre las 4 de la tarde el equipo de rescate liberó de la nieve a Iñaki Tina. «Estoy asombrado de lo que es el instinto de conservación. Soy tremendamente friolero y no he sentido frío. Sólo necesidad de salir de la nieve, de liberarme de ella como fuera. De seguir vivo. Las horas sepultado se me han hecho más cortas que las posteriores, las del rescate de los demás», reconoció entonces.
Durante toda la tarde fueron más de medio centenar las personas que participaron en el rescate. A la Guardia Civil, bomberos, militares y Cruz Roja se unieron numerosos vecinos de Isaba. Ninguno de ellos abandonó el lugar de los hechos mientras duraban las tareas de rescate, relataba el cronista hace 40 años en este periódico.
«¡Ha habido un alud!». Uno de los mandos militares al frente de la Sección de Esquiadores del Batallón Montejurra no recuerda la persona concreta que dio aviso de lo ocurrido cuando decenas de jóvenes soldados se disponían a comenzar el ansiado rancho preparado tras una travesía. «Salimos rápidamente hacia allá y encontramos la zona, llena de sangre, donde ya había otras personas rescatando a los heridos y localizando a los muertos. Fue un palizón físico como no recuerdo igual. La nieve nos llegaba hasta el cuello».
Otro de los que tomaron parte en el rescate destacaba cómo el sumar fuerzas en situaciones así se convierte en «la razón de ser» del grupo, más allá de la mera instrucción de cada día. Subrayó también la entrega de sus hombres. «Del antiguo reemplazo, lo dejaron todo y trabajaron sin descanso en una zona muy difícil, llena de arbustos, con muy poca visibilidad. No se podía avanzar. Llevábamos la camilla a hombros por el arroyo para poder ir más rápido, con el agua llegándonos a la rodilla».
Iñaki Tina admite que 40 años no han sido suficientes para pasar página de lo ocurrido. «Si todo eso que vivimos nos hubiera ocurrido ahora, a los supervivientes nos hubieran sentado en una mesa y nos habrían puesto a hablar, nos habrían visto psicólogos... Nosotros no vivimos nada de eso. Tratamos de hacer piña, de apoyarnos, de seguir hacia adelante como pudimos».
Años después, han regresado al lugar, y La Salle ha celebrado misas con varios de ellos en memoria de los muertos, relata, pero es inevitable que acontecimientos como el que se preparaba para el sábado «remuevan todo» por dentro. «Yo ya les comenté que si había nieve, no volvía. En primavera, cuando haga mejor tiempo, sí me lo planteo. Así como está ahora, no. No está ni olvidado ni superado».
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Ángel López | San Sebastián e Izania Ollo | San Sebastián
Fermín Apezteguia y Josemi Benítez
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