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El fin del estado de alarma y la vuelta del pacto y la moderación parecen anunciar un pase de página. Sin embargo, la pandemia sigue y la ciencia enciende una luz de inquietud: el riesgo de no aprender por no analizar críticamente lo sucedido. El ... método científico se basa en el empirismo, la reproducibilidad, la falsabilidad y el cumplimiento de las predicciones deducidas de un experimento. No obstante, en su búsqueda de la verdad, la ciencia también recurre al análisis retrospectivo de datos. En catástrofes de gran magnitud, como la actual pandemia, este tipo de análisis ofrece respuestas para conocer, aprender y diseñar futuras medidas preventivas.
Con el trágico balance en la mano, el «visto lo visto, todos llegamos tarde» no puede ser el argumento que zanje la crisis. Es necesario desnudar la gestión (análisis de información, diseño de escenarios y toma de decisiones) de los seis meses de crisis sanitaria, desde su inicio en enero hasta el fin del estado de alarma. Saber para aprender. La cuestión es cómo hacerlo. Ningún responsable de la gestión va a hacer autocrítica en público por riesgo de acabar ante el juez. Entonces, ¿solo queda ocultar la verdad o puede hacerse algo? Lo que se haga debe ser independiente, mantenerse fuera del foco político, jurídico y mediático y generar un informe público. Sin buscar culpables ni declaraciones altisonantes. ¿Es posible? Desde 1944, tras un accidente de aviación con víctimas, se activa el convenio de Chicago y se crea una comisión experta, independiente de los tribunales. Se escudriña lo sucedido con libertad, sin presiones y con el único fin de identificar errores y corregirlos para el futuro. Suecia ya ha puesto en marcha una auditoría independiente sobre la prevención y la gestión de su crisis (muy criticada). No es psicoterapia ni predicción del pasado, sino un estudio minucioso y transparente de los hechos. Su ciudadanía podrá construir un relato sin manipulación ideológica, estará mejor preparada para la próxima ola (quizá en otoño) y podrá rendir homenaje a todas sus víctimas sin sonrojo. El Gobierno español se comprometió, pero, ¿imitará al sueco o se hará el sueco?
Rendir cuentas reconcilia con la sociedad democrática y con la propia conciencia. El psicólogo cognitivo Steven Pinker rendirá cuentas al astrónomo real, Sir Martin Rees. En 2003, Rees calculó que la posibilidad de que un bioerror o un acto de terrorismo causara una pandemia en 2020 era de un 50%. Apostó 200 dólares y Pinker aceptó. Rees representa al sector pesimista de la futurología científica, mientras que Pinker lidera el ala optimista y sostiene con datos que la visión de que el mundo es cada vez peor es errónea y achacable a los medios y las redes que amplifican lo negativo. La pandemia no ha sido fruto de un error o de bioterrorismo, pero Pinker pagará los 200 pavos. El visionario gerontólogo De Grey debe rendir cuentas a sus fans de la Singularidad, un movimiento repleto de propaganda que augura un futuro de seres humanos inmortales, con genomas y cerebros mejorados y la llegada de una superinteligencia. De Grey, que vaticina la reversión del proceso biológico que lleva a la vejez y la muerte, afirmó en 2016 que «las pandemias pueden no ser nuestro futuro después de todo».
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