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AINARA URANGA
Viernes, 16 de septiembre 2022, 07:10
Los humanos no somos los únicos que han sufrido por las altas temperaturas y la falta de agua de este verano. Una de nuestras joyas animales, en este caso entre los insectos, las abejas negras, también ha visto afectadas sus rutinas y, como consecuencia, sus producciones. Esta especie autóctona lleva años en una situación delicada debido a las consecuencias del cambio climático y un inusual periodo estival les ha pasado factura. Pese a ello, apicultores y técnicos se están esforzando para cambiar las tornas en el futuro de estos insectos, ya que «sin abejas no hay vida». Los apicultores Inaxio Arin, de Tolosa, y Mattin Jauregi, de Ikaztegieta, de Belardipeko Erleak, lo tienen claro. «Las abejas han tenido un verano duro debido a la sequía», asegura Mattin.
Explica que la falta de lluvia ha hecho que las flores no tengan suficiente agua como para producir una buena cantidad del néctar y el polen que las abejas recolectan cada día. En una sola jornada una abeja puede visitar miles de flores de una misma especie y su merma ha afectado negativamente a su ritmo de trabajo y, por tanto, también a la producción de miel.
Los apicultores de Tolosaldea muestran especial preocupación por la salud y el futuro de estos insectos. «La abeja negra es una especie de insecto muy sensible a las altas temperaturas y lleva años en peligro por el cambio climático». Este ha traído consigo otra gran amenaza para la abeja local: la avispa asiática. «Hace mes y medio que hicieron acto de presencia y no ha hecho más que empeorar la situación que padecemos», comenta Inaxio.
Reconoce que este año hay menos cantidad de ejemplares de esta invasora, aunque siguen siendo una amenaza grave y constante para las colmenas. «Las avispas depositan en su interior un ácaro, conocido como varro, que debilita y deja indefensas a nuestras abejas», explica Mattin. Ante esta lacra, los dos jóvenes no bajan la guardia y han tomado medidas para combatirlo. «Hemos colocado trampas para atrapar a las avispas y evitar así el daño que pudiesen provocar». No obstante, lo peor está por llegar ya que es en estas fechas cuando prolifera la presencia de esta especie destructora.
Ambos apicultores llevan casi cinco años trabajando con la abeja autóctona, la abeja negra, con el último objetivo de «conservar la tradicional labor de la apicultura y difundir todo el trabajo que hay detrás de la miel», manifiesta Mattin.
Mattin Jauregi puso en marcha Belardipeko Erleak porque «siempre me ha parecido curioso el mundo de las abejas». Esa curiosidad trajo una pequeña colmena, pero no fue todo lo fructífera que esperaba, ya que todos sus pequeños residentes fallecieron. Eso no desanimó al ikaztegietarra. Tras este trágico suceso se apuntó a un curso de apicultura ofrecido por Azti, donde fue descubriendo los secretos del cuidado de este insecto.
En un segundo intento, y con la ayuda de su amigo Inaxio, el apicultor de Ikaztegieta comenzó a recoger sus frutos. Consiguió sacar adelante sus primeras colmenas y lo que era un hobby se convirtió en negocio. Actualmente, Arin y Jauregi cuentan con 60 colmenas en las que durante la primavera, la época donde suelen estar llenas, suele tener alrededor de 50.000 y 60.000 abejas.
Ahora, Belardipeko Erleak produce tres tipos de miel que varían dependiendo de «las flores del lugar en el que están colocadas las colmenas». En primavera situaron algunas colmenas en el municipio de San Martín de Unx, cerca de Tafalla, donde durante dos meses produjeron miel de romero y tomillo. Ahora, han subido algunas otras colmenas a Aralar para producir miel de brezo, y seguirán allí hasta finales del próximo mes.
«Nuestra intención es demostrar que se puede vivir de la apicultura tradicional», expresan ambos. Para ello su motivación está en llevar la labor tradicional un paso más allá mediante la innovación de sus productos. Apuestan, principalmente, por el mundo gastronómico y todas las posibilidades que puede llegar a ofrecer la abeja en él. Y lo hacen por medio de nuevas recetas que incorporan polen fresco, miel e incluso larvas.
En un futuro, también quieren elaborar productos de cosmética o salud. Por ahora elaboran productos como jabones, velas o crema de cacao a partir de su polen y miel. Como en cualquier otro negocio, todo el monte no es orégano, pero se las ingenian para ofrecer su miel y demás derivados a pesar de no tener ninguna tienda física. Las redes sociales son el mejor escaparate para publicitar sus productos y los pedidos ya han comenzado a llegar vía email o por teléfono.
Además, apuestan por «concienciar sobre la importancia de las abejas en el entorno». Por ello, también ofrecen visitas guiadas en su apiario principal en los alrededores del monte Balerdi, en Bedaio. Esta actividad se basa en convertirse en apicultor por un día y así crear conciencia sobre la «labor tradicional que se esconde detrás y hacer ver que, pese a que la abeja ha perdido fuerza en la sociedad, es indispensable en nuestras vidas».
Este año su trabajo ha sido reconocido por la iniciativa 100 Jóvenes Talentos, que pretende dar a conocer a todas aquellas voces que intentan generar un cambio positivo a través de la gastronomía. En el evento, donde también se les entregó una placa de reconocimiento, Mattin manifestó que cada vez que se compra alguno de sus productos en realidad se está protegiendo a la abeja autóctona del País Vasco y, además, a la sostenibilidad del mundo. Ahora, trabajan para ampliar su número de colmenas. El objetivo lo tienen claro, «salvar a las abejas porque sin ellas, no hay vida».
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José Mari López e Ion M. Taus | San Sebastián
Miguel González y Javier Bienzobas (Gráficos) | San Sebastián
Javier Bienzobas (Texto y Gráficos) | San Sebastián
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