Se define, bromeando, como un «producto local, mejorado en el extranjero y recuperado para trabajar en Euskadi». Aran García-Lekue es doctora en Física por la UPV/EHU y desde hace años desarrolla su labor investigadora en el Donostia International Physics Center (DIPC) de San Sebastián. Uno de sus últimos trabajos ha sido noticia por su reconocimiento internacional gracias a su publicación en la prestigiosa revista 'Science'. Ella y otros colegas han descubierto un nuevo material basado en el grafeno que podría tener aplicaciones en la electrónica y otros ámbitos, y que ha supuesto todo un hito en el campo de la física de materiales. Ha tenido la oportunidad de explicarlo en la Graphene Week 2018 celebrada en San Sebastián.
- ¿Qué siente un investigador cuando su proyecto es conocido y aplaudido en todo el mundo?
- Una alegría inmensa, primero porque científicamente nuestro descubrimiento es todo un hito y porque te hace mucha ilusión contribuir así a la investigación en tu campo. También está la satisfacción personal de ver que el esfuerzo y el trabajo tienen su recompensa. Es un proyecto encabezado por Aitor Mugarza, científico guipuzcoano, y en el que han trabajado tres grupos, uno de Barcelona, otro de Galicia y el DIPC.
- ¿En qué ha consistido su aportación al proyecto?
- Desde el DIPC hemos realizado las simulaciones teóricas de las propiedades electrónicas de estos materiales para interpretar los experimentos y predecir nuevas posibles aplicaciones. Como, por ejemplo, la existencia de unos estados que permitirían usarlo como un sensor.
- ¿Cómo se ha recibido este descubrimiento en el campo de la Física?
- Lo cierto es que el contenido científico del artículo va a tener mucha repercusión. Ya la está teniendo. Han contactado con nosotros instituciones y fundaciones científicas de Estados Unidos para interesarse por el proyecto, así como la Real Sociedad Española de Física. Es muy importante el reconocimiento del público para que conozcan la labor que hacemos, pero que la comunidad científica valore tu trabajo es muy gratificante.
- ¿Es el logro del que más orgullosa se siente?
- No sé si del que más. Hay proyectos en los que metes mil horas y dedicas años de trabajo y no consigues nada. Este ha tenido un resultado positivo y realmente es algo único, por lo que ha sido muy especial. Ojalá vengan más como este, pero hay que seguir trabajando. De hecho, el día que nos publicaron el artículo en vez de celebrarlo con champán, nos quedamos hasta tarde trabajando en el proyecto, porque nos ha motivado para seguir adelante.
- Después de doctorarse en la UPV emigró a Inglaterra y Estados Unidos. ¿El suyo es un ejemplo de fuga de cerebros?
- Para nada, en mi caso me fui porque quise y pensando que era algo necesario y recomendable, porque en el entorno científico conocer otras formas de hacer ciencia y de trabajar es algo que se valora mucho y la mayoría de mis colegas también lo han hecho. Es un enriquecimiento personal y laboral. Lo que no sabía es si iba a volver.
- Pero lo hizo.
- Yo siempre digo que soy un producto local mejorado en el extranjero y recuperado. En 2007 surgió la oportunidad de volver al DIPC a través de la iniciativa Gipuzkoa Fellows de la Diputación foral que no podía desaprovechar, porque este es un sitio excepcional para trabajar en Física. Después me ofrecieron integrarme dentro de Ikerbasque, y con los años me otorgaron un contrato permanente, que para un científico aporta una tranquilidad que se aprecia mucho. Esta carrera es como una maratón, cuesta mucho llegar y aguantar.
- ¿Más aún siendo mujer?
- Yo no siento que haya tenido trabas por el hecho de ser mujer, pero la realidad es que en la ciencia hay más hombres que mujeres. Y eso que somos muchas, bueno, mejor dicho, no somos tan pocas como se cree. No obstante, lo cierto es que a medida que progresa tu carrera científica cada vez hay menos mujeres, y muy pocas llegan a ocupar cargos de visibilidad.
«Es muy especial que reconozcan tu trabajo. Hay proyectos a los que dedicas años y no consigues nada»
«No he tenido trabas por ser mujer y no somos tan pocas como se cree, aunque sí en altos cargos»
- ¿Cuántas mujeres había en su clase cuando estudiaba en la universidad?
- A decir verdad, el número de chicos y chicas era muy parecido, las desigualdades se empiezan a dar una vez termina la carrera, en el posgrado, el doctorado... Somos pocas las que seguimos adelante y nos introducimos en el campo de la investigación. En otros países es aún más grave. Cuando estuve de Erasmus en Holanda, un país a priori muy progresista, las únicas chicas que había en mi clase éramos otra compañera de Vitoria y yo.
- ¿Es una cuestión de machismo o una consecuencia cultural?
- No creo que este campo sea especialmente machista, pero si a un chaval le preguntas por el nombre de un científico el 90% te dirán el de un hombre o el de Marie Curie, que es de las pocas científicas con fama. No ocurre lo mismo con los médicos, por ejemplo, porque desde pequeños han visto que pediatras, hombres o mujeres, se han ocupado de ellos.
- ¿Esa falta de visibilidad de las mujeres científicas es lo que hace que las jóvenes no se interesen por esta carrera?
- Creo que es una de las razones. Es importante tener un modelo de referencia, no solo conocido, sino también en el entorno cercano. Yo espero que si mis sobrinas llegan a plantearse ser científicas sea porque su tía también lo fue.
- ¿Se están dando pasos para atraer a las chicas a la ciencia?
- Creo que lo importante es que existe un debate en torno a este tema, y reconocer que hay una situación que no es la ideal es el primer paso para resolver un problema. Pero es algo que no solo ocurre en la ciencia. También en la ingeniería, que en Euskadi ha sido y sigue siendo una carrera de hombres.
- ¿Su trabajo es más sacrificado que gratificante?
- Tiene mucho de lo primero, pero cuando se consigue un objetivo la sensación es increíble. Se meten muchas horas, pero yo nunca he tenido el síndrome del domingo. Nunca me da pereza venir a trabajar un lunes, porque me encanta lo que hago.
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