A mí, como a Tonina Deias, me cayó encima una biblioteca. Me pasó de niño, cuando me encaramé a una estantería en casa de mis abuelos maternos, en busca de algún Astérix, alguna novela de los Tres Investigadores o vete a saber qué libro que ... me llamaba desde las alturas. La estantería se venció, caí de espaldas entre una avalancha de libros, mi tía Asun me desenterró y así terminó mi carrera alpinista. Poco después de los atentados del 11-M, cuando teníamos el inconsciente nutrido de bombazos, una balda de libros decidió desprenderse a las cuatro de la madrugada y caer sobre mi cama con un estruendo que me despertó chillando. Lo recuerdo cuando veo esas bolsas de tela que reparten algunos libreros con la ingenua frase «Los libros nunca han matado a nadie».

Publicidad

A Tonina tampoco la mataron, pero salió de su alud con un meñique torcido. Este dramático episodio, contado con cachondeo, es el inicio de la película «A los libros y a las mujeres canto». La directora María Elorza indaga en la bibliofilia de cuatro mujeres apasionadas. Tonina recuerda a su tía Anna Maria, una mujer sarda sin estudios, que planchaba y recitaba un poema sobre una yegua que lleva a un hombre hacia su asesinato. Con esa yegua de Troya entró la poesía en la vida de Tonina, entraron los libros que se irían acumulando hasta sepultarla. Las cuatro mujeres emergen de sus avalanchas con la sabiduría alegre que dan tantos libros: se toman la vida muy en serio sin tomarse demasiado en serio a ellas mismas.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete los 2 primeros meses gratis

Publicidad