Tamara es como un huevo Kinder, no sabes que juguetito encierra. O como una muñeca rusa que esconde capas y capas de matrioskas. Conocíamos a la Tamara enamorada perdonando los devaneos de su novio. A la marquesita de Griñón VIP, pija, it girl o influencer ( ... me horrorizan sus estilismos) Conocíamos la Tamara espiritual. Pero nunca intuimos su dimensión filosófica. Nunca digas nunca jamás.
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Tamara y el marqués consorte han pasado por San Sebastián cumpliendo el ritual: jamar y visitar Chillida Leku. Y fue allí donde un erudito rayo de luz la cegó. No cayó del caballo porque Iñigo la sostuvo entre sus musculados brazos «Admiraba a Chillida –dijo al volver en sí–.Pero desde que he conocido sus inquietudes místicas –el alma versus la gravedad de Newton– le admiro profundamente», sentenció. Toma y ven a por más. Luego se fueron felices cogidos de la mano a dormir (o a lo que fuera) en la suite de la cúpula del María Cristina, que también ocupó Mike Jagger cuando los Rollings aterrizaron en Anoeta. Y más te digo, donde grabé un reportaje para la ETB cuando este país tenía otro swing y cabíamos todos, los Pradales nacionalistas y los outsiders de 8 apellidos vascos como yo. De ahí pasé a ejercer de Secretaria en el Juzgado de Paz de Usúrbil, por cierto, donde Mertxe Aizpurua era alcaldesa. Nunca hicimos por coincidir. Cuestión de filings. Qué tiempos Tamara, guapi, alma cándida, te queda tanto por vivir.
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