Lizarraga

Y del mundanal ruido a los sonidos del silencio. De Barcelona a Lizarraga. Ese pueblo de la Barranca navarra del que siempre te hablo. De su naturaleza salvaje, de la belleza agreste de Sierra Andía y la majestuosa mole del monte Beriain. Lizarraga más que un pueblo es un lugar de la memoria. Una ensoñación, una quimera. Un territorio sin adscripción geográfica ni política. No es de nadie y es mío y de todos los seres queridos que ya se han ido. Este año llevaré conmigo el recuerdo de Ignacio. Lo guardaré bajo el árbol que mi padre plantó en el huerto. Y allí nos juntaremos los que aún quedamos para hablar de ellos y de nuestras cosas. Lizarraga, quizás sea también un espejismo, un holograma, una ilusión, como la vida misma.