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Cada mujer es una isla» era el eslogan de una marca de perfume que no recuerdo. Ni puñetera falta que me hace. Toda la publicidad es falsa. Y además temeraria y engañosa cuando anuncia productos femeninos. Del pelota lameculos «porque yo lo valgo», el reivindicativo « ... fina y segura», «tengo la regla ¿qué pasa?», al fraudulento «un diamante es para siempre» nos tratan como a imbéciles. A qué esperan las sacerdotisas de Igualdad para exigir el mismo respeto a la inteligencia de la mujer que a su cuerpo ¿Esto no es sexismo?
¿He dicho sexismo? Chascarrillo de Rubiales. El pifostio del beso ha pasado del rubiales al castaño oscuro y llegará al negro azabache. Sus enemigos le odian hoy más que ayer, pero menos que mañana. Y esto no lo arregla ni dios. Ni esto ni la subida del aceite de oliva. Y estamos agilipollados, que si era un pico o un beso tornillo, si son galgos o podencos, Feijóo cortejando a Sánchez (de momento sin beso) y el PNV a por setas. De este país plurinacional no van a quedar jirones ni para una mantita de patchwork con qué taparnos en el frío invierno de la crisis. Seguro que ellos estarán bien calentitos. Mira, una cosa tiene que agradecerle Sánchez a Rubiales: el eslogan que mejor resume la legislatura y a sus ministros. «¡No voy a dimitir!». Es genial, tío. Aunque yo como madre, prefiero «Por mi hijo, ma-to». Madre no hay más que una. Como la de Rubiales. Yo hubiera hecho lo mismo, Ángeles. Un beso para ti.
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