C omo ya sé que vamos a empezar con las tonterías navideñas de elegir el personaje del año, lo mejor del 2023, la tendencia más cool y la palabra más guay, o sea, la coña marinera de siempre, pues mira, me adelanto, que el que ... pega primero, pega dos veces y te lo pongo en el título. Yo creo que «Mándame un wasap», además de ser la frase más repetida del año, es un invento, un sortilegio, un abracadabra de la leche. Cuántas veces al día dices «mándame un wasap», o «te mando un wasap» que lo mismo da. Luego lo mandas o no, o se te olvida, o pasas olímpicamente. Lo bueno es que vale para todo, para enrollarte, para seducir, para putear o para hacer un corte de mangas literario. Un emprendedor avispado que lo patente, imprime camisetas con «mándame un wasap» rodeado de papanoeles carcajeantes y se forra.
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Dicen que el mal que no mejora, empeora, y esto es lo que está pasando con las navidades. Vamos de despropósito en despropósito hasta el esperpento final. De las norias gigantescas asustaniños, al encendido fantasmagórico de las calles. Y del monstruoso árbol navideño de Vigo, 40 metros de estructura metálica desnaturalizada, al descomunal pirulí que han levantado en Cartes (Cantabria) de 65 metros, el más alto de Europa. Pa'chulo, mi pirulo. Todo se contagia menos la inteligencia, el buen gusto y la hermosura. Ya no le importa a nadie eso de «vuelve a casa por Navidad» No hace falta que vuelvas, tío. Enróllate y mándame un wasap.
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