Lo bueno de lo que está pasando en el espectro político (como diría 'El Uno' de los fiscales) es que estamos de vuelta de todo. Cuando tú vas, yo vuelvo de allí, le dijo Chenoa a Bisbal. Y total por unos cuernos de nada. No ... drames, tía, no son cuernos, es poliamor. Hay muchas formas de llamar a las cosas y el que se escandaliza no sale en la foto. Estamos en otra pantalla. Más curtidos, más hechos, con un swing de caña al mono hasta que baile. Se baila lo que haga falta, bachata, rap o trap. Lo que importa es el relato. Para que me entiendas, el relato en política, es como la tendencia en moda. Si te dicen que esos horrendos pantalones elefantiásicos son tendencia, no solo te los pones, sino que te ves irresistible. La subjetividad al poder. Nos jaman tanto el tarro que ya no sabes si subes o si bajas, si vienes o si vas. Te los pones y punto. No importa que no te gusten. No me cuentes tu vida, cuéntame un relato.
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Así va todo. Demagogia y populismo con lenguaje inclusivo. Los teóricos del pensamiento filosófico dicen que pasamos de una modernidad sólida y estable a un tiempo líquido, efímero y vertiginoso. Estos intelectuales engolados no se enteran que estamos ya en un ciclo gaseoso, tóxico y fétido. Vale, no seamos gafes. Iñigo Errejón, uno de los adalides del tiempo fétido, ha dimitido. Hay una luz al final del túnel. Espero que no sea un tren de Óscar Puente que viene a toda leche en sentido contrario (el chiste no es mío. Ya me gustaría).
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