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Una enfermera atiende a una paciente en cuidados paliativos. J. R. LADRA
La buena muerte
El árbol de la ciencia

La buena muerte

Morir en paz es indisociable de la dignidad del ser humano

Domingo, 6 de octubre 2024, 02:00

No sé dónde leí que la edad nos va poniendo en la línea de sucesión de la vida como si de una monarquía se tratara. ... De hecho, la mortalidad va a aumentar un 10% por década como consecuencia lógica de la mayor esperanza de vida y de que el riesgo de morir crece con la edad. En este contexto cierto, cada vez más personas quieren morir en paz. Decía Séneca que «a vivir se aprende toda la vida, y toda la vida se ha de aprender a morir». Nos desagrada pensar en la muerte, pero una reflexión profunda e íntima ayuda a una despedida elegante. M. Ignatieff dedica un capítulo de su obra 'En busca de consuelo' a la doctora C. Saunders, pionera de los cuidados paliativos (CP) que impulsó la idea de que el buen morir necesitaba la aplicación conjunta e integral de los avances médicos en el tratamiento del dolor y del cuidado humanitario del paciente. Un entorno amable concede al moribundo el tiempo necesario para reconciliarse con la vida y afrontar el adiós con serenidad. Según Ignatieff, «las últimas horas vienen marcadas por la preocupación por los hijos y los asuntos financieros que precisan de un asesoramiento específico que el paciente y la familia agradecen». Se echa una mirada angustiosa a la vida y afloran remordimientos y culpas por actos y omisiones, a veces lejanos en el tiempo, pero igualmente dolorosos. También lo hacen los momentos de felicidad que ahora causan desazón porque ya no volverán. La escucha por parte de los seres queridos y de profesionales es imprescindible para atenuar esta zozobra y morir con todo en orden, con paz. Es el paradigma del consuelo, del alivio acompañado, que Ignatieff resume en una frase: «Solo podemos recibir consuelo en estas horas si no perdemos la esperanza de dar sentido a nuestra muerte a los ojos de los que amamos». La función ha terminado, pero transmitir el legado personal o, sencillamente, dejar un buen recuerdo es una forma de que perdure.

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