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Hay quien cree que a los periódicos no les gustan las buenas noticias y que los periodistas tendemos morbosamente a las catástrofes e incluso a los sucesos de medio pelo. Principalmente discuto de eso con un amigo y acabo en el absurdo: «Es que las ... malas noticias son noticias e interesan a todos. Pero no es noticia, por ejemplo, que 'Fernando se ha tomado un vermú en el Tánger'. ¿O qué?».
Además, los periódicos del lunes son especialmente proclives a las buenas noticias. Siempre te encontrarás excelentes resultados deportivos, anuncios de magníficos pisos en venta en la guía inmobiliaria y una ristra de concursos de mondejus, nonagenarios homenajeados, ferias de artesanía, exhibiciones de setas o minerales, dantzas y dantzaris por doquier… Siempre hay un hueco para buenas noticias como que se inaugure en 2023 la nueva cárcel (¿y el TAV qué?), que 25.753 personas hayan corrido sudorosos la Behobia, que Madrid haya explotado a favor de la Sanidad pública y que la deflactación del IRPF nos ahorre unos euros. Y si lees el suplemento femenino sabrás qué 16 prendas son imprescindibles en el cambio de armario, la rutina de belleza de Rosalía, que las castañas no engordan o que hay una barra de labios de vinilo 'especial para la oficina' que «no transfiere».
El New York Times ha subido una barbaridad las suscripciones y -lo reconocen ellos mismos- gracias a los pasatiempos y al filón de las recetas de cocina. ¿Cómo que no damos buenas noticias?
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