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Detienen al cabecilla senegalés y a veintidós cómplices que estafaron un millón en ayudas sociales del Gobierno Vasco mediante una trama de identidades falsas. Leí la noticia el martes, media hora después de entrevistar en Ondarroa a Moussa Thior, uno de los primeros senegaleses que ... vino a trabajar en la flota pesquera vasca, allá por 1991. De joven fue campeón de lucha libre, giró por muchos países de África, ganó dinero como para comprarse un buen cayuco y se dedicó a la pesca con éxito. Se enroló en barcos andaluces, porque le entusiasmaba conocer mundo, y un compañero pasaitarra lo animó a probar suerte en el País Vasco: faltaban marineros, los armadores tenían dificultades para completar las tripulaciones. «Sin los africanos, la flota vasca no habría salido adelante», dice Moussa. Cuenta que en aquellos años ciertos armadores se aprovechaban de su ignorancia para engañarlos con los sueldos, las cotizaciones y los descansos, hasta que fundaron una asociación y se sindicaron. Sufrían racismo en el puerto, dice, pero no en el pueblo: «La gente de Ondarroa siempre nos ha respetado y nos ha querido, muchos tenemos una madrina o un padrino que nos acogió. Lo bueno de conocernos entre todos es que si alguien hace algo malo, no se culpa a toda una comunidad». Las culpas colectivas son tan injustas como decir, a la luz de los fraudes fiscales y laborales de cientos de millones anuales, que los vascos son una panda de defraudadores.
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