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Voy a ser muy cruda. Voy a hablar de carne y de cosas carnívoras. Me han regalado una oreja de cerdo –cruda– con todas las instrucciones para su uso desde la cocción, con verduras, hasta su conversión en el tradicional y exquisito plato de casquería, ... muy crujiente a la plancha. Y como he prometido ser cruda no evitaré decir que para su limpieza previa hay que incidir muy bien en la retirada del cerumen. Tampoco obviaré que ha sido un trago: ¿quién iba a imaginar que había 'eso' en el fondo de la orejilla? El carnicero, Etxebeste, y mi amigo Koldo, quien me la ha regalado, no han escatimado detalles sobre el proceso.
No se impresionen aunque estemos en la víspera de Santo Tomás; al animal correspondiente a esa citada oreja no le he visto la cara y eso hace mucho para desdramatizar. No piensen en 'Roxaito', esa cerda de 200 kilos que estará mañana en la Plaza de la Constitución y que es muy mimosa, según declara su dueño, el baserritarra de Aizarnazabal.
Y no se me pongan exquisitos. Si son fans de platos más sofisticados y modernos como todo ese abanico de masas orientales, que por supuesto no distingo, como son gyozas, dumplings, wantons o dim sum, todos con salsa de soja, ya sabrán que van rellenas de col china, jengibre y... carne picada de cerdo.
Que conste que soy animalista en lo esencial, cómo no. Por ejemplo no apoyo que se haya celebrado un campeonato europeo de surf para perros, concretamente en Salinas (Asturias).
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