El cerebro abrumado y aislado
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EL ÁRBOL DE LA CIENCIA ·
Confianza, tranquilidad, paciencia y ánimo, junto con solidaridad y responsabilidad, es la mejor receta para combatir al aislamientoAdemás de las devastadoras consecuencias sanitarias, la pandemia del coronavirus está provocando efectos colaterales serios. La economía, las relaciones sociales y la psicología personal están siendo puestas a prueba. Una de las principales funciones del cerebro es hacer predicciones sobre cómo va a evolucionar todo ... lo que nos rodea y nos importa, comenzando por uno mismo y siguiendo por la familia, amigos, compañeros y el resto de la sociedad conviviendo en un mundo complejo. Y la pandemia comporta incertidumbre, preocupación y miedo por el futuro personal y de los seres queridos. A esto hay que unirle el hecho de que se va a vivir en una situación de aislamiento social. Es decir, el cerebro tiene que bregar con una realidad estresante en soledad, privado de uno de los mejores antídotos contra el estrés. ¿Se puede superar? Por supuesto que sí.
Un evento novedoso, impredecible, incontrolable y amenazante para la vida tiene muchos numeritos para generar estrés agudo. Esta pandemia cumple todos ellos. ¿Cómo superar esta angustia? Intentando desmontar las características que mencionaba. Si no puede hacerse totalmente, ahí va un puñado de recomendaciones: infórmese siguiendo canales fiables, no esté permanentemente conectado, contraste la información para no propagar bulos, ponga la información en contexto y recuérdese las cosas positivas (por ejemplo, si es joven, no tiene síntomas ni ha tenido contactos de riesgo o que el aislamiento terminará), ponga en marcha rutinas, mantenga abiertos canales de comunicación con los seres queridos (el efecto de una conversación es balsámico), haga ejercicio físico aunque la casa tenga 40 metros cuadrados, busque un hueco para la reflexión y la meditación, emplee el sentido del humor y evite el consumo de tóxicos. La oxitocina es el antídoto natural contra el estrés. Es la hormona que nos hace confiar en nuestros congéneres. Por eso es necesario que confíe. En sus amigos, en su familia, en el sistema sanitario, en quien prefiera, pero confíe.
El ser humano es un ser social por naturaleza. De hecho, se piensa que nuestro cerebro es tan grande para cumplir con la compleja vida en sociedad: a mayor volumen cerebral, mayor sociabilidad. La conducta social se asienta en nuestra biología, en nuestra capacidad para sentir apego y compasión y en nuestra capacidad para aprender e imaginar. Todo ser humano dispone de las capacidades sociales (y morales) básicas si se tienen unas redes neuronales normales. Parece que el cerebro social se siente huérfano si no se nutre del contacto con amigos y allegados. No obstante, en la situación que estamos atravesando hay dos valores sociales que cobran especial protagonismo: la solidaridad y la responsabilidad. Ambas son garantes de nuestro propio cuidado y de la atención que prestamos a los demás, bien sea por altruismo auténtico, porque se espera algo a cambio o por evitar un castigo. Son valores que requieren reflexión y autocontrol ya que involucran al cerebro racional más que al emocional. Una ayuda: quedarse en casa ahora es la decisión más responsable, solidaria e inteligente para su vida y la de los demás. Sin ellos no hay sociedad ni vida social. Es lo más importante que está haciendo en su vida. Todos ganamos.
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