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Estrella Vallejo
San Sebastián
Sábado, 28 de enero 2023
Crece también en Gipuzkoa la población china en los últimos años con una mayor presencia también en el comercio local. Han revolucionado el tejido comercial con peluquerías 'low cost', locales de manicura y tiendas de ropa, por ejemplo. El barrio donostiarra de Gros es ejemplo de esa expansión.
Xiaoliang Liao es uno de los chinos más veteranos de la capital guipuzcoana. Habla un castellano bastante fluido y al preguntarle por su nombre responde directamente que se llama Carlos. «Me llamaban Xian, Xulian, Julian... Así que decidí ponerme un nombre más fácil», explica sonriente.
Se instaló en Donostia hace 35 años, después de pasar por Lisboa, Ourense, Bilbao, Pamplona, Zaragoza y Girona, y regenta desde entonces el clásico restaurante Chino Mandarín del barrio de Gros, que fue uno de los primeros establecimientos de comida asiática que abrieron en la ciudad. Compró esté gran local de tres plantas, que en su día fue un taller, gracias a la ayuda económica de sus abuelos. «Así funcionamos, si yo te ayudo a ti, tú me ayudarás a mí», resume este hombre que abrió además hace siete años la sidrería Sarasola, en Astigarraga, cerrada temporalmente desde la pandemia.
Claro que aquellos inicios no fueron fáciles. «Imagínate, en el año 87, que casi no había chinos, y este barrio no estaba de moda como ahora. Pasé muchos días mirando la puerta sin ver entrar a nadie. Fue duro, pero a raíz de dejar a la gente ver cómo se cocinaba, cogieron confianza y el negocio empezó a funcionar».
Ha sido testigo de la evolución de la presencia de la comunidad china en la capital guipuzcoana. «Solo familiares míos hay unos 30», cuenta a mano alzada. «Funcionamos así, nos movemos donde tenemos familiares, trabajamos en sus negocios y cuando tenemos experiencia, abrimos el nuestro propio».
Carlos también ha presenciado cómo la comunidad china ha ido adaptándose a una sociedad más flexible y menos conservadora. «La gente de aquí suele decir 'trabajo como un chino' y antiguamente era así. Ahora seguimos trabajando muchas horas, pero también disfrutamos un poco del tiempo libre. Lo importante es trabajar a gusto, descansar y volver al día siguiente con ganas», explica.
«La mentalidad está cambiando. La juventud china que vive aquí está más avanzada, trabaja para disfrutar de la vida en vez de para luchar por el futuro». Y lo dice con conocimiento de causa. Tiene dos hijos de 29 y 25 años, nacidos en Donostia. ¿Y se sienten chinos? «¿Sabes cómo es un plátano? Ellos son así. Amarillos por fuera y blancos por dentro», responde con una carcajada.
La familia Zheng, compuesta por los padres y sus dos hijos, Reino y Sasa, fue la responsable de crear en el territorio la cultura de hacerse la manicura con cierta frecuencia. Fueron los pioneros en abrir un centro especializado únicamente en el arreglo de uñas en 2010 con un local en calle Gran Vía, que con el tiempo ha sumado otros tres -dos en el Centro y otro, en el Antiguo-.
Con aquella apertura, el modelo de negocio de la comunidad china, hasta esa época focalizado en abrir restaurantes o bazares, se redireccionó a un nuevo sector. «La gente sí tenía costumbre de ir a la peluquería todas las semanas, pero no se cuidaban las uñas. En China hay muchos centros de manicura y nos pareció buena idea», cuenta Sasa.
En verano tienen contratada a una treintena de personas, y no priorizan que las trabajadoras sean de nacionalidad china, «lo que nos importa es que trabajen bien. Hemos invertido mucho para dar un aspecto moderno y más profesional y cuidado a nuestros locales», dice en referencia a la mayor competencia de los últimos años, sobre todo en el barrio de Gros. ¿El motivo? El coste asequible de los locales y la vida que hay en el barrio. «Para que te hagas una idea, el local de Gran Vía cuesta más o menos la mitad que el de la calle San Martín, y éste la mitad que el que tenemos en calle San Marcial».
Respecto a la evolución del modelo de negocio regentado por la comunidad china, apunta que el siguiente hito vendrá en pocos años. «Chinos jóvenes que viven en Madrid o Barcelona ya están cambiando la estética de los bazares, convirtiéndolos en tiendas más ordenadas, luminosas y con menos productos expuestos», dice poniendo como ejemplo el comercio 'Mini house', que también lleva su familia con elementos de decoración de hogar.
Sasa llegó a España con 8 años, por lo que reconoce que se siente más vasca que china, y que su mentalidad tiene «bastante mezcla» de ambas culturas. «Con mi primera hija trabajé hasta el día antes de dar a luz, pero con el segundo, me he cogido reducción de jornada. Es un tiempo que se va y no vuelve», cuenta. Sus padres lo vieron con buenos ojos. «Ellos quieren lo mejor para sus nietos, pero si les digo a ellos que se cojan la tarde libre, no lo hacen ni locos. En ese sentido sí que tenemos mentalidad distinta», señala.
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El crecimiento de la comunidad china tiene su reflejo no solo en la tipología de negocio que ponen en marcha sus ciudadanos, sino también en las relaciones sociales y sentimentales que se crean mientras eso sucede. Jin Zhang conoció a su marido Aitor Michelena gracias al tenis de mesa, que durante años practicó de forma profesional. Este deporte la trajo hasta Gipuzkoa y le hizo descubrir un territorio en el que no solo terminaría abriendo su propia academia de chino, sino también un lugar en el que compartiría con otros 40 matrimonios la peculiaridad de formar parejas que denominan como «mixtas». «La mayoría somos mujeres chinas casadas con hombres de aquí, salvo una pareja que es al revés».
«Al principio éramos solo diez matrimonios, pero en unos años hemos ampliado mucho el círculo», comenta. Crearon un grupo para poder estar en contacto y hacer quedadas cada cierto tiempo, pero la pandemia rompió con aquella dinámica. «Aprovecharemos este fin de semana la celebración del año nuevo chino para volver a estar todos juntos. Es emocionante. Vivir tan lejos de tu familia es duro y tener estas relaciones te hace sentir en casa».
Esta china procedente de la provincia de Hebei, llegó a Hernani en 2011 y se casó con Aitor cuatro años después. Su objetivo, dice, era crear una red de amistades locales, integrarse, y abrirse un nuevo camino. La fusión de dos culturas tan distintas tiene su bondades, pero también sus dificultades. «Afrontamos la vida de forma distinta. En la China comunista nos han educado con la idea de que hay que trabajar muchas horas para tener éxito. Somos mucho más exigentes. Mi marido dice 'no pasa nada' y relativiza mucho más», ejemplifica.
Cuando Jin dio por finalizada su carrera deportiva, empezó a trabajar como profesora en una academia, hasta que en 2022 decidió abrir su propio centro de aprendizaje de chino en la avenida de Tolosa de San Sebastián. «Es importante que las nuevas generaciones de chino tengan un lugar en el que aprender bien la lengua, además de guipuzcoanos que quieran aprenderla también, claro». Así se refiere por ejemplo a su hijo Pablo, de veinte meses. «Quiero que hable castellano y euskera, pero también me parece importante que tenga interiorizada la cultura china y conozca perfectamente el idioma».
La de Xuchang Xian es una generación que se encuentra a caballo entre los primeros migrantes chinos que llegaron en pleno 'boom' de los bazares y aquellos más jóvenes que nacieron o se criaron en Gipuzkoa, y que han puesto en marcha negocios más novedosos y con una estética más cuidada.
Su historia reúne todos los ingredientes para entender cómo emigra y funciona la comunidad china. Esta mujer de 40 años y natural de Wengzhou viajó a Donostia hace dos décadas, junto con sus hermanos. Su destino estuvo claro desde el inicio. Su tío, Carlos Liao -que también participa en este reportaje- regentaba el restaurante Chino Mandarín de Gros, por lo que pasar ahí una temporada les permitiría formarse y coger experiencia. Y así lo hicieron durante unos años, hasta que los tres hermanos decidieron dar el paso y abrir una tienda dedicada exclusivamente a la moda.
El local, en la calle San Francisco de Gros, fue de los primeros comercios de estas características que abrieron a principios de los años 2000. «Probamos a ver si funcionaba. No fue nada fácil y sigue sin serlo, pero todavía aquí seguimos. Ahora Gros se ha puesto de moda para abrir locales chinos, porque el alquiler es asequible y hay mucha vida».
Para Xuchang, «lo más difícil fue el idioma, pero una vez que aprendes, te sientes muy bien. Es bonito aprender otra cultura», comenta. Respecto a su adaptación a la cultura occidental, reconoce que para ella sigue teniendo mucho peso la importancia de la dedicación al trabajo. «Un día normal estoy en la tienda de 9.00 a 21.00, y si nos llegan productos, no llego a casa hasta las dos de la mañana» . No obstante, subraya que está aprendiendo a delegar. «Tengo hijos, así que los fines de semana los paso con ellos. Me gustaría que tuvieran más oportunidades que las que he tenido yo, que puedan estudiar y formarse, porque esta vida no es fácil. Exige mucho», apunta.
En este sentido, explica que en otras ciudades de mayor tamaño, la presencia de la comunidad china en la vida social «está más extendida». «Es normal ver a chinos llevando inmobiliarias, gestorías... Es una cuestión de nivel formativo». Lanza una mirada al futuro y reconoce que algún día le gustaría regresar a China. «Este es mi segundo hogar y le tengo cariño, pero China sigue siendo mi país», comenta con nostalgia.
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Ángel López | San Sebastián e Izania Ollo | San Sebastián
Fermín Apezteguia y Josemi Benítez
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