Sanfermines

El cohete también sonará en Gipuzkoa

Pamplona ha inaugurado con el chupinazo de este mediodía nueve días y ocho noches de celebración. Entre los miles de corredores de los encierros habrá guipuzcoanos. Dos de ellos cuentan sus vivencias en la icónica cita de las fiestas

Martin Ruiz

Sábado, 6 de julio 2024, 00:10

Ander Manzano Lazkao, 26 años

«Empecé a correr encierros a los 14 años en Cintruénigo y me enganché»

Del mismo modo que sucede en la vida, en los encierros toca levantarse después de caer ante los toros. Eso mismo hizo Ander Manzano (Lazkao, ... 26 años) hace dos años, cuando uno de los cabestros de la ganadería Núñez del Cuvillo lo arrolló en la entrada a la plaza de toros de Pamplona. «El manso tropezó y me cayó encima, pero lo peor vino al día siguiente. Me fui al suelo mientras forcejeaba con el resto de corredores y me rompí la clavícula». Así narra Manzano su «accidentada» participación en los Sanfermines de 2022. Este domingo, dos años después, volverá a pisar los adoquines de Pamplona y se plantará delante de los astados con el recuerdo de estos incidentes aún recientes en su mente.

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El vínculo entre el joven lazkaotarra y los toros surgió muy temprano. «Veraneo en Cintruénigo desde que era muy pequeño y es allí donde nació mi pasión por los encierros. En el pueblo hay mucha afición por las vacas y los toros», relata Manzano. Esta tradición taurina, característica de muchas localidades de Navarra, despertó el interés de Ander, que con tan solo catorce años comenzó a correr encierros.

No es el único aficionado a los toros dentro de la familia Manzano. Su padre comparte esa pasión por los astados, siendo este su primer contacto con el mundo de los encierros. Aun así, expresa que la principal influencia llegó por parte de sus amigos del pueblo. «Mis amigos de la cuadrilla de Cintruénigo me convencieron para que empezara a correr y desde entonces no he parado».

Pamplona es la joya de la corona, pero antes de recorrer las calles más emblemáticas del mundo de los encierros, Manzano se fogueó en otros escenarios menos exigentes. «Entre los 16 y los 18 años empecé a correr en pueblos como Tudela, Tafalla o Alfaro». Puede que no tengan el prestigio de los Sanfermines de la capital navarra, pero Manzano admite que son más bonitos para correr porque «hay menos gente».

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Tradición taurina

«Mi padre también es aficionado a los toros, pero mi cuadrilla de Citruénigo es la que más me ha influenciado»

Sin embargo, Pamplona siempre será otra cosa. «Si lo comparamos con el fútbol, Pamplona es la Champions League de los encierros. La cantidad de gente que hay en el recorrido, la cobertura mediática, la clase de toros que llevan... Son los encierros más famosos del mundo», asegura Manzano. Para el lazkaotarra, correr en San Fermín significa «subir de nivel». Dentro del mundo del toro, las carreras en Pamplona siempre serán las más cotizadas.

Volviendo a los accidentados encierros de 2022, Ander confiesa lo duro que fue perderse las carreras que restaban. «Veía los encierros en la televisión con el cabestrillo puesto y me moría de envidia». Debido a esa lesión de clavícula, tuvo que animar a sus compañeros desde el otro lado de la barrera. El año pasado, ya dentro del vallado pamplonés, se sintió «aliviado» y culminó San Fermín «muy contento» con sus carreras.

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Mañana, Ander volverá a correr el tramo que parte desde Telefónica y finaliza con la bajada del callejón que desemboca en la plaza. «Es el final del encierro y los toros llegan más cansados, por lo que puedes acercarte más», detalla Manzano. Además, el lazkaotarra destaca «la tranquilidad» que se siente al alcanzar la plaza de toros y verla abarrotada de gente, una sensación que contrasta con los nervios que sentirá cuando el cohete vuelva a sonar mañana en Pamplona.

Chapu Apaolaza Donostia, 47 años

«Pienso en el encierro en nueve de cada diez días, lo tengo muy presente, es mi vida»

Toda una vida ligada al encierro. Chapu Apaolaza se plantó por primera vez ante los toros de Pamplona en 1992. Contaba tan solo 15 años por aquel entonces y lo hizo acompañado de su padre. «Estábamos en Pamplona y cuando me despertó, me dijo que me vistiera, que nos íbamos al encierro», cuenta el donostiarra. Así, sin previo aviso ni apenas asimilarlo, fue como dio inicio a su andadura en los encierros de San Fermín, que permanece activa 32 años después.

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Su padre, cronista taurino de este periódico y seguidor apasionado de los encierros, fue quien le contagió la fiebre de los toros. «Cuando era pequeño, salía de la mano con él en las vaquillas y en las sokamuturras que se hacían en Donostia, también en el toro de fuego. Me ayudó a probarme con el miedo». Años más tarde, en aquella mañana del 7 de julio de 1992, el círculo se cerró. Padre e hijo formaron un vínculo que los iba a unir para siempre. «Me llevó a la cuesta de Santo Domingo y corrimos el encierro juntos. Antes de que sonara el cohete, él estaba muy nervioso pero a mí me dijo que era el día que menos miedo iba a tener. Yo todavía no sabía lo que era aquello», explica Chapu acerca de este «gran rito iniciático». En ese primer contacto con los adoquines de la ciudad pamplonica recibió la lección más importante del encierro. «Vas a pasarlo muy mal antes, pero muy bien después», rememora.

Para Chapu, como para muchos otros, el encierro de Pamplona es algo más que una simple carrera. «Asumes una herencia de generaciones anteriores que se han puesto delante del toro». Así describe el donostiarra «la cultura de los encierros», que une a tanta gente. Chapu reivindica este poder de unión, capaz de crear lazos entre personas muy diferentes «con una misma forma de vivir esta fiesta».

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De padres a hijos

«Corriendo el encierro asumes una herencia de generaciones anteriores que también se han puesto delantero del toro»

En un plano más personal, Apaolaza confiesa el valor sentimental que representan los encierros para él. «Siento que bajo a la cuesta de Santo Domingo a buscar a mi padre, y a buscarme como hijo también». En este sentido, expresa que el encierro es un ejemplo idóneo del testigo paternal. «Cuando lo corres, te conviertes en el padre que te llevó por primera vez. La historia se repite». Es una forma de mantener vivo el recuerdo de su padre. «De alguna manera, siento que él está vivo en el encierro».

El donostiarra de 47 años, colaborador en ABC y Diario de Navarra entre otros medios, se encuentra actualmente en Madrid pero espera estar presente mañana en Pamplona para correr el primer encierro. Aun así, no puede evitar pensar en que se acerca el momento de colgar el pañuelo. «Algún día llegaré al encierro y antes de entrar al vallado, me daré la vuelta». Resulta difícil pensar en ello. «Hace falta más valor para irse del encierro que para correrlo. Pienso mucho en ello, diría que en nueve de cada diez días pienso en el encierro, es mi vida y me hace ser quien soy», manifiesta Apaolaza.

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En caso de hacerlo este año, Apaolaza completará 29 Sanfermines recorriendo las calles de Pamplona delante de los astados. Asegura que ya está empezando a sentir «mariposas en el estómago». Y es que como el propio Chapu comenta, «el encierro está hecho de miedo». Un miedo que tanto para él como para el resto de corredores se convertirá en liberación cuando el sexto toro entre en los corrales de la plaza.

Veinte años desde que 'Trigueño' se cebó con Julen Madina en el callejón

El emblemático corredor hernaniarra sufrió una de las cogidas más recordadas en los encierros de San FermínM. R.San Sebastián. Las fiestas de 2004 estuvieron marcadas por la espeluznante imagen que protagonizaron 'Trigueño', uno de los toros de la ganadería Jandilla, y el icónico corredor Julen Madina en el sexto encierro. El hernaniarra se vio envuelto en una montonera formada en el callejón y, mientras se zafaba para seguir su carrera hacia la plaza, el Jandilla arremetió contra él. En aquella embestida, que duró alrededor de treinta segundos, Madina fue empitonado hasta en cinco ocasiones. Recibió dos cornadas en el glúteo derecho, otras dos en el muslo izquierdo y una en la muñeca izquierda. 'Trigueño' se cebó con él.

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El próximo viernes se cumplirán 20 años de aquel 12 de julio que estremeció al mundo del toro. La brutal cogida forma parte indudablemente del imaginario histórico de los encierros de San Fermín. Permanece en la retina de todas las personas que siguieron esa sexta carrera de 2004. El recuerdo de Julen Madina, fallecido en 2016 en un accidente en la playa de la Zurriola, sigue presente en las calles pamplonesas y también en las de su Hernani natal. Clara muestra de ello es el libro que le dedicó el autor francés Emmanuel de Marichalar, titulado 'Julen', pero sobre todo, la huella que dejó Madina se mide en el cariño con el que se le recuerda entre los habituales de los encierros de la capital navarra. Mañana, 20 años después de aquellos Sanfermines, la figura de Julen Madina estará más presente que nunca en la mente de los corredores que se enfrentarán a los astados de la ganadería La Palmosilla.

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