Comment ça va?
Aquí, en la segunda ola ·
Entre el toque de queda, las cenas cada vez más tempranas y el 'apéro' en casa, solo faltan un par de rotondas floridas al lado de casa para sentirse en HendaiaAquí, en la segunda ola ·
Entre el toque de queda, las cenas cada vez más tempranas y el 'apéro' en casa, solo faltan un par de rotondas floridas al lado de casa para sentirse en HendaiaComment ça va? Bien, habrá que decir. Nous sommes en bonne santé, que no es poco con la que está cayendo. Que me ha dado por el francés. Será por el toque de queda, las cenas cada vez más tempranas o los 'apéros' domésticos. Solo ... me falta comprarme una botella de Pastis o de rosé y que me pongan un par de floridas rotondas cerca de casa, y como que me teletransporto a Hendaia. El próximo fin de semana me compro unos macarons para el café. ¿O mejor un gâteau basque?
Publicidad
De alguna forma hay que endulzar esta situación tirando a negra, como las tarjetas supuestamente opacas del rey emérito, a nombre de terceros, que investiga la Fiscalía Anticorrupción. Que tampoco puedo quitármelo de la cabeza, con ese abrigo que le regalaron en Kazajistán, supuestamente de piel de leopardo de las nieves. Tarde le ha pillado, porque entre esa imagen a lo príncipe de Zamunda y la de la barbacoa con la gorra a lo príncipe de Bel Air, las redes sociales se han perdido a un instagramer pro.
Ahí me anda rondando otra imagen, la del cuadro con esa frase que lleva años repitiéndose como el ajo y que ahora me topo a diario mientras hago cola para el café 'take away'. Sí, ese del 'Keep calm and carry on'. Dice el presidente del Gobierno que hay que tener «moral de victoria» y, toma, ahí está colgado el eslogan que los ingleses inventaron en la Segunda Guerra Mundial para abatir el decaimiento generalizado. Pues eso, que a mantener la calma y tirar para adelante. Sin bares ni terrazas. Suena fácil, pero de la teoría a la práctica hay un trecho.
Que la batalla se recrudece por momentos, entre la guerra que enfrenta a Kiko y a la Pantoja, o la desatada después de que Thermomix haya llevado a los tribunales el robot de cocina de Lidl, más agotado que las 'zapas' a 12,99 con los colores corporativos de la cadena alemana. Las críticas de los usuarios de los sofisticados aparatos suelen ser en general positivas, pero hasta que además de hacer la masa no recojan las croquetas como Dios manda, con su harina, huevo y pan rallado, que me den una sartén con un buen antiadherente y ahí sí te bordo un pollo Cantora.
Publicidad
Y para el pavo, un buen horno. Que después de Halloween, esos calendarios de Adviento de origen alemán que se venden como si fuesen tradición de toda la vida por estos lares y el Black Friday, solo nos falta importar Thanksgiving.
Por lo demás, continúa la lucha en mayúsculas, que te da una cal y otra de arena. Aumenta «la presión asistencial» en Euskadi: traducido al lenguaje coloquial, los ambulatorios sin poder dar abasto y cada vez más gente ingresada pasándolo muy mal, ellos y sus familias (mientras los sanitarios lo dan todo). Y el Gobierno Vasco vuelve a solicitar al Ejecutivo central, en lenguaje coloquial 'a Madrid', que le posibiliten decretar confinamientos domiciliarios. Que por algo será, digo yo. Pero a la vez anuncian, tachán... ¡Habemus vacunas! No me pregunten cómo se dice Pfizer, que casi es más fácil pronunciar los nombres del matrimonio turco de BioNTech, los cerebros de la primera de las noticias, que ayer nos llegó la de Moderna, que más ilusión ha insuflado últimamente, junto a lo de TiritiTrump Trump Trump (si ya lo cantaba Camarón). Como no soy científica y ARN mensajero me suena a repartidor en bici y con mochila, asumo que son buenas nuevas, aunque oigo peros de algunos expertos y siempre queda el temor de que se haya vendido la piel del leopardo de las nieves antes de cazarlo. Confiemos en que tenga una eficacia tan alta como dicen y sin efectos secundarios adversos. Pero, ¿y luego?, ¿la logística de distribuirla a 80º bajo cero?, ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿dónde?, ¿a quién?
Publicidad
Salgo a pasear mientras me rondan estas preguntas. Es viernes y ensimismada me adentro en la Parte Vieja de Donostia. Ni un alma. Ni alegre ni en pena. Los pocos ciudadanos que se ven en una desangelada plaza de la Constitución están en clase en un primer piso, con las ventanas abiertas. Como en los colegios y en algunas oficinas. Anochece. Olentzero, Baltasar, de este año no pasa. Preciso una bufanda de Ezcaray sí o sí, que los aerosoles son muy malos. Y nos hace falta calorcito.
Suscríbete los 2 primeros meses gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.