![Coronavirus en Gipuzkoa: «Los mayores todavía tenemos mucha guerra que dar y muchas personas que abrazar»](https://s1.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/202102/04/media/cortadas/resdg-klMI-U130420157266FCG-1968x1216@Diario%20Vasco.jpg)
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«Todavía tenemos mucha pila para seguir en marcha». Así de «contentos» se pronuncian Josean Jauregui, de 80 años, y Felisa Artule, de 93. «Tenemos ganas de volver a salir a la calle tranquilos, estar con los familiares... Y, sobre todo, abrazar a los nietos», ... coinciden estos usuarios de la residencia Alai-Etxe de Donostia, que han vivido momentos «muy duros» durante la pandemia. Ambos han superado el Covid-19 asintomáticos. «Somos unos privilegiados». Fueron trasladados al centro de referencia de Eibar, pero para ellos el viaje fue una «aventura». Lamentablemente, otros compañeros no pueden decir lo mismo. Por eso, ellos no dudaron a la hora de vacunarse. «Es la única forma de salir de esta», apunta Felisa. «Tenemos mucha esperanza. El futuro va a ser mejor», completa la frase Josean.
¿Lo primero que van a hacer al salir? «Está claro: ir a comer por ahí con la familia». Para acelerar el proceso ya recibieron la primera dosis el pasado 4 de enero y la segunda, el 25. Ya han logrado el nivel de protección máximo contra el coronavirus. Están inmunizados. «Y no hemos tenido ningún efecto adverso. Ni nos enteramos del pinchazo», sonríen a través de la pantalla. Las tablets ya se han convertido un accesorio imprescindible en su día a día, sobre todo durante el confinamiento. «Era la única forma de ver a nuestros hijos, nietos... a quienes echamos mucho de menos», reconoce Josean mientras se le cae una lágrima.
Le recoge el testigo Onintze Pérez, directora de Alai-Etxe. Ha compartido todo tipo de momentos con Felisa y Josean. «La llegada de la vacuna ha sido esperanzadora para todos, pero todavía tenemos que mantener las mismas medidas que hasta ahora», recalca con contenida ilusión. El objetivo es aflojar las restricciones y «poder volver a la normalidad. Quizá no como antes, pero sí a cierta tranquilidad dentro de nuestras instalaciones al menos. Que puedan moverse sin problema entre un piso u otro». Sin embargo, «aún habrá que esperar un tiempo para ello. Tenemos que ser muy cautos, sobre todo después de lo mal que lo hemos pasado». Pese a que en la primera ola consiguieron sortear al virus en Alai-Etxe, a partir de verano se propagó «muy rápido» y se alargó «mucho en el tiempo».
A día de hoy, con la vista puesta en «un largo plazo con menos medidas», siguen «echando mucho de menos el ambiente de la residencia cuando se llena de familiares, porque es un centro muy pequeño en el que todos nos llevamos muy bien».
La situación en Petra Lekuona es muy similar. A sus 80 años, Simón Sanz, usuario de este centro de Oiartzun, se siente «más tranquilo» desde que se puso las dos dosis de la solución de Pfizer en enero. «Si hubiera una tercera también me la pondría», dice «a gusto. Porque vamos a salir de esta».
Ha pasado de salir casi a diario a estar semiencerrado desde marzo, pero se adapta «bien». Como al resto de mayores de geriátricos, no le queda otra opción. Al menos a corto plazo.
Pese a que es consciente de que no puede adelantarse a los acontecimientos, Simón confía en que en un futuro la situación de un giro de 180 grados y vuelva querida rutina. «Cuando pueda salir, lo primero que voy a hacer es ir a buscar setas», sostiene un tanto emocionado. Esa es una de sus mayores aficiones, aunque también cuenta los días para reunirse sin preocupaciones con sus hijos y nietos. «A mi edad el futuro se ve corto, pero es ley de vida». Por eso, solo quiere volver a recuperar la libertad para disfrutar del mañana.
En la residencia Argixao de Zumarraga, Agustina Carrillo, de 91 años, está también inmunizada contra el Covid-19 al cumplirse ayer una semana de la puesta de la segunda dosis. Antes de ponerse la primera dosis, confesó en este periódico que se encontraba «muy tranquila». Ahora, un mes después, se reafirma. «Es una buena opción» inocularse.
Su vida nada tiene que ver a la de antes del inicio de la crisis sanitaria. «Es completamente distinta». Solo lleva seis meses en la residencia, por lo que si hay algo que ha echado de menos en todo este tiempo es «estar en casa. Salir... Antes paseaba un ratillo al mediodía. Ahora me conformo con dar una vuelta por los alrededores de las instalaciones» y espera que el futuro «tenga un arreglo. Siempre que ha llovido ha escampado».
Cada usuario tiene sus circunstancias, pero todos se entregan al futuro esperanzados. «Tenemos mucha guerra que dar y muchas personas que abrazar». Para ello necesitan la ayuda de toda la sociedad.
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