Los colegios no han bajado la guardia en ningún momento desde septiembre. Mascarilla, toma de temperatura a la entrada, limpieza de manos a la entrada y salida con gel hidroalcohólico, distancias y saber en todo momento quién está con quién. Una rutina que obliga a ... profesores a estar pendientes constantemente de que se cumplan todas las normas. «Los colegios son lugares seguros», repiten una y otra vez, pero el incremento de casos positivos nada más volver de las navidades ha obligado a Osakidetza a ser más estricta y ha ampliado el número de contactos estrechos en un aula. Ahora todos los compañeros de un caso positivo en un radio de dos metros deberán irse a casa -lleven o no mascarilla- y se les hará pruebas de PCR. El buen uso de los protectores de tela es el garante de la seguridad pero conseguir que los menores los utilicen correctamente durante toda la jornada escolar está resultando ya más complicado.
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En el colegio La Salle de San Sebastián han notado que sus alumnos «se están hartando de toda esta situación, sobre todo los adolescentes, los que están cursando entre 2º y 4º de la ESO», asegura Luken San Sebastián, su director gerente. «En el aula no hay casi incidencias pero nos preocupan los momentos del patio, los traslados entre clases o las entradas y salidas del centro. No podemos controlar todo, es imposible. Los chavales se van relajando hasta que mandamos a ocho a casa confinados y se vuelven a poner las pilas. Llevamos así seis meses y se está haciendo muy largo», añade.
La misma sensación tienen en el centro Koldo Mitxelena de Errenteria, donde hay alumnos de entre 6 y 12 años. «Con los más pequeños andamos todo el día repitiendo el 'ponte bien la mascarilla' y con los mayores 'guarda la distancia de seguridad'. Es una pelea constante que nos hace tener un papel de policías», afirma su directora, Leire Zarra.
El nuevo protocolo les retrotrae al comienzo de curso y ha obligado a los equipos de dirección a trabajar todo el fin de semana para tener a punto los planos de dónde se sienta y con quién cada alumno. «Tenemos que volver a los sitios fijos que en los cursos inferiores no genera ningún problema, pero con los alumnos de cursos superiores, que tienen asignaturas que les obliga a una movilidad como idiomas u optativas, hemos tenido que reasignar de nuevo cada sitio para tener un control de cada uno aún mayor», explica José María Felices, director de Aldapeta María Ikastetxea. Por los pasillos de este colegio circulan más de 2.300 personas entre alumnado y personal, cuentan con una enfermera escolar que además de su trabajo diario gestiona todas las incidencias por Covid «y su listado es cada vez más grande», dice Felices.
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En este centro donostiarra perciben también que los alumnos echan en falta su entorno de relaciones, «su vida se ha reducido a ir al colegio, no tienen deporte, ni partidos los fines de semana, y empieza a ser un problema», cuenta Felices. A su vez, en el personal «existe un cansancio tensional, estamos todo el tiempo pendientes de que se cumplan las normas, que se limpie pupitre y silla tras cada clase si hay un cambio, que a la entrada y salida del patio se limpien las manos..., muchos pequeños gestos de los que tienen que estar encima», comenta.
En todos los centros confirman el repunte de incidencias a la vuelta de las vacaciones, «empezamos a tener muchos más casos de contactos estrechos no tanto de positivos, cada día es una aventura y un sinvivir», apunta Leire Zarra. Con la nueva normativa se irán quedando más mesas vacías en las aulas, «por cada niño positivo se irán a casa ocho, es imposible cumplir la distancia de seguridad de dos metros en el aula», opina Luken San Sebastián. Tienen la experiencia acumulada de dar clase online desde el pasado marzo, pero todo se complica si es el profesor el que se tiene que confinar. «Si tiene baja laboral hay que buscar un sustituto, y está muy difícil encontrar personal. Si puede dar las clases desde su casa tenemos que poner a alguien que vigile el aula. El contacto entre profesores es mínimo pero, aunque respetamos la distancia de dos metros entre la mesa del profesor y la primera fila, es imposible que no se acerquen a los chavales a explicarles la materia que no entienden. Desde la segunda semana de enero ha subido el volumen de confinados, y con la nueva medida serán más», explica.
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Con el paso del tiempo ha mejorado la relación entre colegios y rastreadores. «Los protocolos están bien pero no contemplan la realidad del día a día. Una joven, por ejemplo, puede casi no tener relación con quien se sienta a su lado y está abrazándose con su amiga de dos clases más allá, o un chico que tiene pareja y no lo cuenta. Nosotros conocemos el día a día de nuestros alumnos y esa relación de trabajo dirección-rastreador está funcionando muy bien. Con todo, es agotador porque nos llegan los avisos a cualquier hora y ponemos toda la maquinaria en marcha, vivimos en tensión constante», afirma San Sebastián,
Luken San Sebastián | Director general La Salle Donostia
Leire Zarra | Dtra. Koldo Mitxelena Ikastetxea
José María Felices | Dtor. Aldapeta María Ikastetxea
Idoia Rodríguez | Presidenta APYMA Jesuitas
Esta vez el protocolo de Osakidetza ha venido acompañado de una carta para que desde los centros se envíe a los padres, en la que se explica cómo actuar en caso de confinamiento por contacto estrecho. Una misiva que recuerda que el menor debe permanecer en casa aislado en la medida de lo posible y no puede recibir visitas durante al menos diez días desde el último día de contacto con el caso positivo aunque su PCR inicial sea negativa. Se recomienda que en casa se mantengan distancias y se use mascarilla porque los familiares de contacto estrecho no tienen que hacer cuarentena, no así los que sí tienen Covid.
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Un menor confinado por contacto estrecho significa una familia que se las tiene que ingeniar para llegar a todo, sobre todo si el niño es dependiente por tener pocos años de edad. «Como familias nos parece que cuanto más controlados mejor, pero nos tienen que dar salida para poder arreglarnos con los trabajos. Ese peso recae generalmente en las mujeres. Según la edad del menor es imposible dejarlo solo y confinado, y en algunos trabajos no dan facilidades», comenta Idoia Rodríguez, presidenta de la APYMA del colegio Jesuitas. «A eso se le añade la presión económica que supone mascarillas nuevas cada día si queremos hacerlo bien; depende cuántos hijos tengas, sale un presupuesto al mes», apunta. «Las familias acatamos todo pero encontramos muchas incongruencias en las normas, como el parón del deporte escolar».
La prioridad en Educación son las clases presenciales, pero esta tercera ola no se lo está poniendo fácil a los centros escolares. El número de aulas clausuradas ayer en el País Vasco era de 240, lo que supone subir un 28% en solo dos días, dado que el viernes había 188. El peor dato de este curso marcado por la pandemia fue del 25 de septiembre cuando se contabilizaron un total de 280 aulas cerradas en 188 centros educativos. El sistema educativo vasco cuenta con 17.554 aulas desde los 2 años hasta la educación no universitaria postobligatoria, y ayer estaban confinadas el 1,20%. Los alumnos de la Eskola Txikia de Zestoa regresaron ayer a sus aulas y no hay ningún centro cerrado en su totalidad.
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